Todo aquel que empieza en el buceo piensa que sus problemas psicológicos, miedos y angustias pueden producir un estado de pánico ante un problema.
Teniendo razón, lo que no suele saber es que dichos miedos y angustias pueden ser aumentados o incluso inducidos totalmente hasta llegar al pánico debido a un fenómeno fisiológico dependiente de otros factores distintos, fenómeno que si se conoce permite prevenirlos, disminuirlos o evitarlos totalmente.
Quien escribe publicó un escrito sobre el pánico en el buceo hace ya casi veinte años en un conocido foro de buceo español (1), post que fue y sigue siendo de los más leídos. Sin embargo, al revisarlo hoy parece un tanto ortopédico y, sobre todo, con un planteamiento insuficiente. Sirva también este artículo para enderezarlo.
Nervios, ansiedad, angustia y pánico
Nervios, estrés, preocupación, ansiedad, angustia, pánico … y más conceptos similares se utilizan al describir los estados de ánimo del buceador. Parece que no hay unanimidad en la distinción entre muchos de ellos.
Algunos parecen provocados por circunstancias reales y concretas. Otros son anticipatorios de algo que todavía no se ha producido. Y difieren mucho en su intensidad.
No vamos a hacer un debate académico sobre esto. Porque lo que nos interesa es que estos estados pueden ser peldaños de una escalera que conduce a lo que verdaderamente debería preocupar a todo buceador: el pánico.
La escala de gravedad
Respecto de los conceptos anteriores, a efectos ilustrativos pudiéranse establecer tres niveles: el normal, el incapacitante y el crítico.
Los nervios o la preocupación, aun siendo normales, no son agradables; la ansiedad o la angustia pueden abrumar al más pintado imposibilitando una inmersión razonable y el pánico puede tener consecuencias muy graves.
Pero, como se ha dicho, estos conceptos se escalan: tanto el miedo a algo concreto como los nervios, el estrés y la ansiedad en grado suficiente pueden acabar desembocando un estado de descontrol total irreversible.
A veces son inevitables pues el miedo intenso y repentino deviene en pánico, sin más. Pero muchas veces los estados de ansiedad se concatenan con mecanismos EVITABLES hasta llegar al pánico. E, incluso, cuando éste último está al borde de producirse, hay procedimientos para eludirlo también, como luego se dirá.
¿Nervios, estrés, preocupación? … ¡lo normal!
Cuando se comienza en el buceo, un cierto grado de nerviosismo es normal. Se diría, incluso, que necesario puesto que se ponen en marcha mecanismos psicológicos adaptativos de alerta ante una actividad desconocida en un medio tan hostil que ni siquiera se puede respirar sin ayudas mecánicas.
Nos ha pasado a todos y no solo no hay de qué avergonzarse, sino que cabría afirmar que quien no se haya puesto nervioso nunca cuando se inició en la actividad corre el riesgo de presentar ciertos rasgos psicopáticos (comunes a héroes y asesinos en serie, por cierto).
Así que, querido lector, si se ha puesto o se sigue poniendo tenso antes de bucear, no se preocupe demasiado por ello y sepa que la preocupación es una reacción funcional y, en ese sentido, es defensiva, natural y buena. Otra cosa es lo que intentaremos describir a continuación.
Un escalón más: miedo y ansiedad
Si como se ha dicho parece que no hay unanimidad en las distinciones entre este batiburrillo de conceptos, en lo que si la hay es en que EL MIEDO ─ y conceptos afines ─ ES CONCRETO Y SE PRODUCE ANTE ALGO REAL QUE SE PERCIBE COMO UN PELIGRO, MIENTRAS QUE LA ANSIEDAD ─ y similares ─ ES ANTICIPATORIA DE ALGO QUE NO ESTÁ PERO SE CREE PUEDA PRODUCIRSE.
Por poner un ejemplo, alguien que se encuentre con un perro en un parque puede tener miedo. Pero otra cosa es que el simple hecho de salir al parque produzca un estado de ansiedad, por si aparece algún perro.
Si bien el miedo ante un peligro real e inmediato es inevitable (encontrarse con un gran tiburón de cara, sería el ejemplo más inmediato), todos estos estados anticipatorios de peligros que no se han producido todavía pueden venir provocados por muchos factores personales o por vivencias pasadas, desde fobias (2) ─ diagnosticadas o no ─, hasta rasgos de personalidades timoratas pasando por eventos traumáticos que han calado en el buceador hasta límites sorprendentes (el Autor tiene referencia de alguien que con miles de inmersiones se ve de repente incapaz de bucear por un suceso en apariencia irrelevante).
Estamos en el campo de la Psicología y existen profesionales de esta ciencia social especializados en resolver o atenuar este tipo de problemas cuando llegan a un nivel que dificulta gravemente o, incluso, inhabilita para bucear.
Aunque sólo haremos una referencia en este artículo a la existencia de este tipo de problemas, merece una mención especial uno muy común: las aparentes dificultades psicológicas que aparecen en los cursos básicos al uso.
Cada uno necesita su tiempo
Es muy frecuente encontrar a gente que ha desistido de bucear después de haber tenido alguna vivencia desagradable en un bautizo, en un curso o en sus primeras inmersiones. Agobio, angustia e incluso la claustrofobia se blanden como justificación para no continuar.
Como se ha repetido muchas veces en este blog, la dinámica de la enseñanza de la industria del buceo recreativo actual tiene por objeto lanzar al agua al mayor número de gente en el menor tiempo y con el menor esfuerzo y costo posibles. Y también como se ha dicho hasta la saciedad, esto ha conllevado una magnífica popularización del buceo, hasta límites insospechados.
Pero también tiene sus inconvenientes. Y uno de ellos es que cursitos de tres o cuatro días muchas veces no son suficientes para gente que requiere más tiempo para salvar sus naturales temores iniciales. No todos somos iguales, ni partimos del mismo punto, ni abordamos este tipo de cosas de la misma manera. Parece que este grupo de gente es estadísticamente poco significativo para las certificadoras mayoritarias, pero existe.
Generalmente esto es evitable con más tiempo y dedicación pedagógica, muchas veces realizada a expensas de admirables instructores vocacionales ya que ello queda fuera de los estándares de enseñanza. Siendo este problema bastante común, es raro encontrarse con alguien que realmente no sea capaz de bucear, al menos a un nivel básico.
Cuando alguien se encuentre en esta circunstancia, no desespere ni abandone. No piense que «no vale para esto». Entienda lo que ocurre, acuda a otro centro o instructor, explíquele lo que pasa y dése un poco más de tiempo. Demandar algo más de cariño merece la pena.
El pánico
pánico. (Del lat. panĭcus, y este del gr. Πανικός). :
R.A.E.
2. adj. Se dice del miedo extremado o del terror producido por la amenaza de un peligro inminente.
El «peligro inminente» de la definición anterior debería ser sustituido por «la percepción de un peligro inminente», que no es exactamente lo mismo. Porque el peligro que lo provoca puede ser real, posible pero no inminente o, incluso, imaginado. Pero con los mismos efectos en el interior de la cabeza.
El pánico es como el gatillo de una pistola: una vez que se acciona, la bala se dispara sin vuelta atrás. El buceador en pánico pareciera que enloquece súbitamente, siendo muy difícil revertir ese estado. De hecho, un muy alto porcentaje de los accidentes de buceo no se deben a fallos en el equipo, condiciones climáticas adversas o condición médica del buceador, sino al pánico.
Por ello, es muy importante para la seguridad del buceador recreativo ─ y vital para el buceador técnico ─ el entendimiento de este fenómeno y las circunstancias y mecanismos que conducen a él.
Unos factores serán previos y deberían ser tratados fuera del agua, otros serán inevitables, tratándose de impedir la catástrofe, pero la mayoría se producirán durante el desarrollo de la propia actividad ─ dentro y fuera del agua ─, y serán evitables o resolubles. Este artículo tratará sobre estos dos últimos casos.
También se tiende a pensar que sólo afecta a los novatos. Si bien es evidente que la experiencia ─ la verdadera ─ evita en gran medida situaciones que pudieran devenir en pánico, muchas veces se han producido estas situaciones incluso entre gente muy experta. Por ello, se puede afirmar que nadie está totalmente libre de una posible situación de pánico.
Distintas reacciones de pánico
Fundamentalmente, son dos: activas y pasivas.
– Reacciones activas.
Suelen ser de huida en busca de una supuesta seguridad, casi siempre hacia la superficie, irracionales y descontroladas, por lo que normalmente se producirán reteniendo la respiración e incluso desprendiéndose violentamente de elementos del equipo que se perciben como extraños, como el regulador o la máscara.
En el caso recreativo, el gran peligro no es la Enfermedad Descompresiva (ED), sino la sobre-expansión pulmonar.
– Reacciones pasivas
Se produce una catatonia paralizante producto del pánico, aunque cualquier contacto puede dar lugar a una reacción activa.
Los escenarios del pánico
Por lo dicho anteriormente, en el buceo recreativo, el pánico suele surgir bien súbitamente o bien acumulativamente pasando por diversas etapas:
– estados anteriores de nerviosismo o ansiedad;
– etapa de estrés o angustia inmediatamente anterior al pánico y
– ataque de pánico, propiamente dicho.
Las causas del pánico en el buceo
Cuestión previa
A continuación se hablará de «causas psicológicas» y de «causas fisiológicas» distinguiendo ambas sólo instrumentalmente porque, realmente, sólo hay causas fisiológicas. El lastre dualista que arrastra nuestra historia cultural hace difícil expresarse de otra manera.
No hay cuerpo y mente, siendo ésta un sucedáneo del alma subsumido históricamente en la Psicología y en franca retirada. Todo es cuerpo y ya se bajarán del burro los psicólogos dualistas cuando se vean arrinconados por los futuros progresos científicos en neurociencia.
Causas «psicológicas»
Así pues, en este artículo distinguiremos entre ambas categorías sin creérnoslas. Y en tal sentido, mencionaremos de pasada las psicológicas tanto porque son previas y más difícilmente evitables durante la inmersión, como porque las fisiológicas son más fácilmente manejables, muy relevantes y además, las grandes desconocidas.
El asunto es que estas causas psicológicas propenden a un estado mental que puede ser agravado muy notablemente durante una inmersión por causas que no son de esa naturaleza, sino químicas, como a continuación veremos.
Causas «fisiológicas»: el CO2
Resumidamente (dedicaremos un artículo completo al asunto del dióxido de carbono y sus efectos), todo buceador debe ser consciente de que existe un mecanismo que ─ muy resumidamente ─ consiste en lo siguiente:
Al contrario que las plantas, el cuerpo humano absorbe oxígeno y produce dióxido de carbono (CO2) como subproducto del metabolismo, que es eliminado por la respiración. En reposo produce CO2 a una velocidad de aproximadamente 0,15-0,30 litros por minuto en términos de volumen. Esto puede aumentar hasta aproximadamente 4,5 l/min con ejercicio aeróbico o en estrés severo (lo que da idea de las enormes diferencias que se producen en los consumos de un buceador, según qué circunstancias).
Un nivel alto de CO2 en las arterias es detectado por unos centros nerviosos especializados llamados quimiorreceptores (principalmente los aórticos y secundariamente los cerebrales). Nuestro cerebro interpreta esta información como falta de aire, activando nuestros músculos respiratorios e impeliéndonos a respirar (sensación de ahogo) cuando el nivel de CO2 excede de un cierto punto.
En contra de lo que la gente suele creer, la sensación de ahogarnos no se produce porque nos falte oxígeno, sino porque tenemos niveles demasiado altos de CO2. Y ambas cosas no tienen porqué coincidir.
A presión atmosférica, los pulmones proporcionan suficiente ventilación para permitir que el nivel de CO2 en el torrente sanguíneo permanezca relativamente constante. Pero cuando estamos sometidos a determinadas circunstancias, no podemos eliminar el suficiente CO2 y éste se incrementa cada vez más. Luego veremos qué circunstancias son ésas.
Cuando el nivel de CO2 llega a un determinado nivel (hipercapnia severa), se produce lo que entendemos por un ataque de pánico, no producido por un estímulo exterior, sino por un proceso fisiológico interior.
De igual manera, un ataque de pánico súbito provocado por miedo a un peligro real e inminente (el tiburón malvado) provoca también un aumento súbito de CO2, adrenalina y otras sustancias además de incrementos la frecuencia cardiaca, el desplazamiento de la sangre hacia las extremidades, etc..
Y esto es lo significativo: muchas veces el buceador puede controlar esos aumentos de CO2 antes de que devengan en pánico y, cuando éste está a punto de surgir, puede rebajarlos mediante unas determinadas acciones.
Pero es que no hace falta llegar al pánico. Todo buceador experimenta frecuentemente estados muy incómodos de ansiedad que se pueden paliar o evitar. ¿Por qué esto no se explica en los cursos de buceo?
La hipercapnia en acción
Como se ha dicho, cuando los niveles de CO2 en sangre son excesivos, el cuerpo interpreta esta acumulación como una falta de aire y el corazón empieza a bombear más deprisa para aportar O2. El buceador empieza a sentir los acelerados latidos de su corazón y se pone aún más nervioso, entrando en un círculo vicioso en que la respiración se vuelve cada vez más agitada y frecuente. Y lo que es peor, más superficial y menos efectiva, por lo que los niveles de CO2 siguen aumentando cada vez más. Por si fuera poco, lo que se respira es aire ─ o Nitrox ─ a mucha mayor densidad que en superficie, dificultando todo más.
En la jerga se conoce a este fenómeno como «la bola de nieve». Una bola de nieve rodando a toda velocidad por una pendiente y haciéndose cada vez más grande e imparable.
Hasta tal punto puede llegar este proceso, que empieza a aparecer una sensación de ahogo que puede resultar en lo que también en la jerga se llama «hambre de aire», esto es, sentir que no está llegando aire (oxígeno), a pesar de que el regulador lo esté dando. El buceador tiene suficiente O2 pero también niveles muy altos de CO2 que le indican contradictoria y erróneamente que le falta aire.
Y, entonces, pasado un determinado nivel, entra en pánico y expulsa el regulador de la boca en un acto reflejo natural que intenta evitar la presencia de objetos extraños en el sistema respiratorio. Al expulsar de la boca lo que le mantiene en realidad con vida, se ahoga. Esto es mucho más frecuente en determinados accidentes de buceo de lo que se pudiera pensar.
Quien esto escribe ha pasado en una ocasión por este trance en el interior de una cueva y puede constatar que las ganar de expulsar el regulador de la boca son literalmente irrefrenables. Muy difícil de evitar si no se es muy consciente de lo que ocurre y se actúa en consecuencia. El tan minusvalorado conocimiento nos salva la vida a veces.
Causas de la hipercapnia
Es importante entender que el proceso hasta el desencadenamiento del pánico es acumulativo.
Muchísimas veces, el estrés no se produce en el agua, sino que ya se trae de casa o del barco. Y parece obvio empezar la inmersión con el menor nivel de CO2 posible. Éste debiera ser un principio que se enseñara en cualquier curso básico.
Desde casa
El buceador puede subirse al barco ya en un estado psicológico que propenda a la angustia y a la acumulación de CO2. Ansiedad, estrés, miedos personales, fobias, etc. Dependiendo de su naturaleza e intensidad, esta situación será normal o debería ser tratada por un profesional en el caso de ser repetidamente incapacitante.
En el centro o en el barco
En el centro de buceo o en el barco, la cosa puede empeorar. Desconfianza en el equipo o en las propias habilidades, calor excesivo, mareo, prisas, incertidumbre sobre la inmersión, …
¡Cuántas veces se ve la escena de buceadores poniéndose a toda velocidad el traje y montando el equipo, sudando para tirarse al agua y descender precipitadamente para alcanzar al grupo con el corazón latiendo a toda máquina!. (Esta situación frecuentemente es propiciada por patrones o monitores que tienen que cumplir un horario).
Estos buceadores bajarán ya con un alto nivel de estrés y, por tanto de CO2 que, de ser aumentado por cualquier motivo, contribuirán a provocar angustia o una eventual reacción de pánico.
Las prisas se traducen en incidentes. La tranquilidad es seguridad. Estas máximas debiera estar tatuadas en la frente de todo dueño de centro de buceo y de muchos buceadores.
Estos estados menores de ansiedad o nerviosismo, anteriores a la inmersión se deben corregir a toda costa y evitar que continúen o se incrementen. Por ello, es muy importante seguir un protocolo de conducta tendente a prevenirlos, como luego veremos.
En el agua
Ejercicio demasiado intenso, dificultad de respiración por un gas demasiado denso al estar a demasiada profundidad o por mal ajuste del regulador, calor excesivo, deshidratación, etc.
Mención especial requieren las apneas que realizan para ahorrar aire muchos buceadores. Esto incide muchísimo en el aumento de los niveles de CO2 en el cuerpo.
Todo ello contribuye a aumentar el problema que se traiga de casa o del barco. O a crearlo directamente.
¿Se puede revertir el pánico?
Aunque se ha hablado de un protocolo de actuación en caso de pánico, la respuesta es más bien negativa: una vez que se desencadena el pánico en un buceador, pocas cosas se pueden hacer debido a que este estado por definición es irracional, violento e incapacitante. Por ello, lo importante es anticiparlo.
Identificación de los estados previos al pánico
Antes de entrar en pánico, el buceador primero presenta una serie de signos que pueden ser identificados (tanto por el compañero, como por él mismo). Naturalmente , aquél podrá identificarlos sólo si sabe algo sobre esto y está pendiente y no sólo «a lo suyo», como es tan habitual.
Antes de la inmersión.
Los habituales del nerviosismo. Un buceador inquieto repasa una y otra vez el equipo y en ningún momento aparece relajado. Ojos demasiado abiertos. Sudoración excesiva o respiración agitada suelen acompañar.
Durante la inmersión.
Focalización
Continua y compulsiva observación de los instrumentos, manómetro y profundímetro. En nosotros mismos, una especial preocupación por cualquier tema, nos indicará que estamos ansiosos.
Respiración agitada
El buceador comienza a ponerse nervioso, incluso sin causa aparente. Su respiración empieza a agitarse, produciendo burbujas más frecuentemente, lo cual puede ser detectado por el compañero, si está atento.
Si se le mira a los ojos, presenta cara de susto, abriendo mucho los ojos y arqueando las cejas. Por lo general, no mira a nadie y no presta atención a lo que los demás hacen. Si se le pregunta algo, tiende a dar respuestas cortas, esquivando la mirada.
Respiración «insuficiente”
También puede pasar que al buceador en pánico se le «olvide respirar». Entonces pasa una situación diferente, pero con los mismos resultados. Para el compañero es más difícil de diagnosticar, puesto que falta la salida continua y exagerada de burbujas. Siempre hay un desencadenante, real o ficticio.
El buceador intenta inspirar, notando que le falta aire, pero no lo suelta, no espira. Al tener ya los pulmones llenos, no le entra aire. Piensa angustiado que el regulador no le da aire. Por lo tanto la reacción «lógica» es ir a buscar aire donde sabe, de manera instintiva, que existe en abundancia, la superficie. Y se produce el escape libre, reteniendo la respiración todavía más. El accidente por sobrepresión pulmonar es el probable resultado final.
¿Qué se puede hacer?
La solución general
Al margen de las soluciones para las disfunciones psicológicas que previamente pudieran existir, como el problema es el alto nivel de CO2 en sangre, la solución obvia es disminuir todo lo que lo produce.
En todo caso, las respiraciones frecuentes y superficiales no son suficientes para evitar el aumento del dióxido de carbono en sangre y lo que se necesitará entonces es hacer lo contrario de lo que el cuerpo pide cuando cree que falta oxígeno y se está ahogando, esto es, expulsar todo el gas que se tenga en los pulmones y llenarlos de nuevo. «Lavar» de CO2 los pulmones y el resto del organismo.
Realizando esta operación varias veces, los niveles de CO2 en sangre se van normalizando paulatinamente, el estrés disminuye considerablemente, uno se tranquiliza y puede volver a pensar. Es sorprendente lo rápidamente que funciona este proceso.
Cuando un buceador experimentado siente estas sensaciones y las identifica conociendo los procesos mencionados, no tiene más que relajarse, incluso agarrándose a algo fijo, cerrar los ojos y centrarse en reducir el ritmo respiratorio, respirando varias veces de manera muy profunda, inspirando y espirando pausadamente, pero con fuerza. En unas pocas inspiraciones se eliminará el CO2 excesivo, reduciendo también la frecuencia cardíaca, la producción de adrenalina, la sudoración, etc… desapareciendo el problema. El consejo sería:
PARAR, RESPIRAR Y PENSAR.
¡Cuidado con el compañero en pánico!
Si durante una inmersión alguien entra en pánico y se va descontroladamente hacia la superficie, la única solución además de despedirle con la mano deseándole buena suerte, es que su compañero le pare de inmediato, le sujete firmemente, establezca con él contacto visual cara a cara y dé solución a lo que le ha hecho entrar en pánico. Si se consigue todo ello, se tiene alguna oportunidad de solucionar el problema.
Si no se le puede estabilizar y revertir su estado, rápidamente le deberá llevar a la superficie sujeto en un ascenso controlado, cuidando especialmente los últimos metros. Si no tiene el regulador en la boca («hambre de aire»), se debe hacer que suelte el aire mediante un manotazo en el pecho, por ejemplo. Es preferible que trague agua a que sufra lesiones pulmonares.
Pero lo importante es tener mucho cuidado al asistir a gente en pánico porque incluso instructores de gran nivel han tenido accidentes graves intentando ayudar a un alumno en tal estado.
Un principio básico del rescate es que debe hacerse de tal manera que no ponga en peligro al rescatador en ningún momento, porque en caso contrario podríamos tener dos víctimas en vez de una sola.
Anticipándose al problema
Lo dicho anteriormente sirve en los casos en que el problema ya ha aparecido. Sin embargo, es mejor anticiparlo y atajarlo desde el inicio. Concretamente, empezando desde que se sale de casa hacia el centro de buceo.
A continuación, se ofrece un aburrido pero útil catálogo de medidas perogrullescas tendentes a evitar un exceso de CO2 copiado del viejo artículo mencionado al principio. Quizá merezcan la pena los párrafos dedicados a la entrada en el agua y las técnicas de visualización anticipada.
Si el lector quiere evitar su lectura, resumidamente resume todo aquello que produzca cansancio o estrés. CO2, en definitiva.
Muchas de estas cosas ya se han tratado anteriormente en varios artículos de este blog, como por ejemplo en «Como pollos sin cabeza: EQUIPAMIENTO Y COMPROBACIÓN DEL MATERIAL» y otros.
Antes de la inmersión
Generales
– Evitar el cansancio anterior al buceo.
– Bucear en relación con el nivel de formación.
– Bucear con material adecuado y bien mantenido (regulador con excesivo esfuerzo inspiratorio, etc.)
– Tenerlo todo debidamente revisado y en condiciones, disponiendo de todo lo necesario (cuidado con el control del material alquilado, a veces insuficiente y extraño a uno).
– Bucear con mezclas adecuadas.
– Bucear con una buena preparación física.
– Bucear con un plan claramente preconcebido y aceptado por todos los buceadores.
– Bucear con un nivel de hidratación adecuado.
– Bucear con un buen nivel de entrenamiento: aunque uno nunca sepa cómo actuará en una situación de riesgo hasta encontrarse en ella realmente, es obvio que el entrenamiento aumenta las probabilidades de que ésta sea la adecuada.En el barco
Tiempo:
– No se debe permitir que NADIE establezca una dinámica de prisas, ni el patrón, ni el guía, ni el instructor, ni el compañero. En ese caso, mejor quedarse en seco. Se debe extremar la puntualidad: muchas veces se crea una situación de premura por tener que recuperar el tiempo perdido en esperar a los que llegan tarde.
– Se debe disponer de tiempo suficiente para prepararse uno y preparar tranquilamente el equipo, procediendo a su comprobación. (La desconfianza –consciente o inconsciente- del equipo, por comprobación insuficiente, es una fuente muy habitual de estrés).Calor e hidratación:
– Evitar el agobio por el calor:, se debe evitar una exposición al sol o cualquier otra circunstancia que suponga calor que pueda ser agobiante. (Nuestra hidratación se reducirá y nuestra temperatura corporal aumentará, fenómenos que se sabe influyen en la producción de estrés).
– Evitar el calor producido por el traje de neopreno (pensado para protegernos del frío y del medio ambiente). El traje se debe abrochar en el momento adecuado, no antes. Éste puede elevar la temperatura interna del cuerpo, lo que dispara el estado de estrés.Agobios:
– Evitar agobio por mareo. Si éste aparece, resolverlo con suficiente tiempo antes de iniciar la inmersión.
– Evitar el agobio debido a la presión de un traje de neopreno demasiado estrecho. En ese caso, aumentaría el ritmo respiratorio (fenómeno ya descrito anteriormente), la temperatura corporal y la tensión muscular y psíquica por los esfuerzos realizados.
– Evitar agobios por camarotes o recintos en el barco cerrados, mal ventilados o con olor a combustible. Esto empeora la oxigenación y aumenta el nivel de estrés.Otros:
– Elección adecuada de un compañero. Preferiblemente debe ser conocido, pero se debe evitar bucear con quien no destile tranquilidad y seguridad. La tranquilidad se transmite.
– Si no se conoce el sitio, exigir una charla al centro que nos lleve o al compañero que lo conozca para evitar la incertidumbre por desconocimiento del medio y falta de planificación de la inmersión .En la entrada al agua
Se ha de entrar en el agua con el menor nerviosismo posible ya que el cambio de medio es de por sí una fuente habitual de estrés.
Adaptación
– Echarse al agua nunca debe ser un acto precipitado, por lo que se deberán seguir las indicaciones anteriores.
– Adaptación al agua y a la temperatura. Se recomienda (si hace falta y las condiciones lo permiten), permanecer un cierto tiempo con el chaleco inflado en la superficie, en una actitud de relax para disminuir cualquier estrés producido anteriormente. No está mal echar un cabo de corriente sistemáticamente para facilitar la estancia en superficie sin problemas de asideros.
– Se recomienda el repaso del equipo en la superficie del agua por última vez antes de la inmersión ya que mejora la adaptación y reduce la incertidumbre por desconfianza ante el funcionamiento del equipo.Incertidumbre
– En el tiempo de adaptación en la superficie del agua, se recomienda realizar una visualización anticipada del descenso y de la inmersión. Esto reducirá la incertidumbre respecto a lo que podamos encontrar.
– Así mismo, se recomienda realizar con el compañero una anticipación de posibles inconvenientes que pudieran razonablemente surgir: mala visibilidad, corrientes, etc. y anticipación de qué hacer si éstas se produjeran. Esto dará confianza, reduciendo el estrés por incertidumbre.Cansancio
– Por norma general, siempre cuesta hundirse a la gente con poca experiencia, ya que, aparte de vaciar el chaleco, hay que hacer lo propio con los pulmones, y el novato inconscientemente toma aire en lugar de soltarlo. Esto suele ser una fuente muy habitual de estrés, mala compensación posterior y cansancio inicial que se arrastra durante toda la inmersión.
Durante la inmersión
Descenso
– Aunque fisiológicamente se pueda bajar a la profundidad máxima rápidamente y de un tirón, se recomienda hacerlo lentamente. El cambio súbito de situación en superficie a la situación en profundidad, puede ser una fuente importante de estrés. No ver el fondo también lo es.
Ritmo respiratorio
– En submarinistas el estrés debido a múltiples factores (estado físico, equipo incómodo, etc.) se convierte en ansiedad con el ejercicio (aleteo continuo) y con un ritmo respiratorio acelerado o descompasado.
Se debe cuidar no bucear con botellas de capacidad insuficiente que llevan al buceador a hacer apneas para no quedarse sin gas.
No hay que hacer caso a los que le digan que con una botella de 10 o 12 l es suficiente y más cómoda y ligera. Ello sólo conviene a los centros porque comprimen menos gas, utilizan botellas más baratas, fáciles de trasportar y se aseguran de que nadie se pase del tiempo requerido. ¡Hay que bucear con gas de sobra, carajo!
Cuidado con la profundidad. Una de las implicaciones que tiene bucear a una profundidad excesiva para el gas que se respira es la densidad del mismo, lo que dificulta la respiración, la hace mucho más ineficiente y propende al aumento de CO2.
Cansancio
– El cansancio es una fuente frecuente de estrés, lo cual favorece el nerviosismo, que produce mayor actividad y, por tanto, mayor cansancio, gasto de aire y, finalmente, mayor nerviosismo en un círculo vicioso que puede devenir en pánico ante cualquier pequeño estímulo inesperado.
– Demasiado lastre que nos hace sentir muy pesados y sin avance, aumentando el cansancio y el nerviosismo.
– Las corrientes son causa habitual de estrés debido al cansancio y a una respiración acelerada. Se ha de dosificar el esfuerzo, haciendo las paradas que sea necesarias para recuperarse. Se debe estar atento al eventual cansancio del compañero.
Material
– Cuidar el material, especialmente las gafas que, cuando se inundan o se rompe la cinta, son causa frecuentísima de pánico. Se recomienda el entrenamiento para estar sin ellas suficiente tiempo y llevar los repuestos adecuados. Se debe cuidar la ausencia de empañamiento.
– Cuidar el chaleco para que no quede holgado y la botella se mueva a los lados. Se debe saber en todo momento dónde están las cosas que llevamos y acceder fácilmente a ellas. Es frecuente realizar inmersiones en las que se está pendiente únicamente del equipo propio por desconocimiento de aquel y falta de entrenamiento, produciéndose nerviosismo y exposición a cualquier contingencia inesperada.
Compañero
Se debe tener una señal convenida con el compañero para expresar que se está empezando a producir una situación de estrés descontrolada.
Es importante recordar que el sistema de compañeros está para algo. Tan importante es «estar al quite» para darle aire si nos avisa de que se le está acabando como vigilarle para comprobar si presenta síntomas de estrés.
Corolario
¿El buceo es una actividad «de adrenalina» o «relajante»? Si se preguntara a la comunidad de buceadores, probablemente se obtendrían las dos respuestas. Aparte de factores psicológicos previos, quizá sea por el distinto conocimiento y manejo del estrés y la hipercapnia.
Que sea una actividad muy relajante se consigue con adaptación creciente, pero también con conocimiento, control y entrenamiento.
Sepa el lector que el CO2 lo cambia todo y que tiene más influencia que cualquier otro factor fisiológico que pueda imaginar.
Estrés y angustias son indeseables. Pero el pánico es otra cosa. Es incontrolable y se debe empezar a evitar desde que se piensa ir a bucear.
Finalmente, quédese el lector con la siguiente afirmación: el dióxido de carbono (CO2) es el frecuentemente ignorado gran enemigo del buceador.
(1) – FOROBUCEO. Foro que enseñó mucho a muchos y del que, a pesar de estar en un claro declive, el Autor conserva un buen recuerdo y al que desea lo mejor.
(2) – Hay fobias verdaderamente curiosas (dramáticas para quienes las padecen), como por ejemplo la batofobia o miedo extremo e irracional a las profundidades; la nictofobia o miedo a la oscuridad; la pnigofobia o pnigerofobia o miedo irracional y enfermizo a no poder respirar, asfixiarse, sofocarse o ser estrangulado; y la talasofobia o miedo a las grandes masas de agua.
Un articulo brillante. Gracias por todo lo que escribes, es oro puro.
Muchas gracias por lo que escribes, super interesante!!
Como siempre excepcional artículo. Muchas gracias. Únicamente discrepo en su afirmación «No hay cuerpo y mente», pero evidentemente este blog no va de discutir de ello, sino de aprender mucho gracias a sus excelentes artículos. Fuerte abrazo.
Como todo lo que escribes, un gran articulo. Gracias por continuar con ello, que en «el foro en declive» se echan de menos tus escritos.