La gestación de la enseñanza
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Buceador perdido

¿ Quo vadis, Open Water ?

A raíz de la serie compuesta por tres artículos titulados «DOS HISTORIAS DISTINTAS» , «LA «OPCIÓN INEVITABLE»» y «UNA FORMACIÓN ALTERNATIVA«, muchos ─ muchísimos ─ lectores han contactado con quien esto escribe solicitando consejo y referencias para mejorar y proseguir con su formación, hasta el nivel de habilidades técnicas que han visto en buceadores muy avanzados o, incluso, técnicos con los que ocasionalmente han coincidido en sus salidas. Estos compañeros que preguntan intuyen que en el sistema en el que están insertos es muy difícil o imposible llegar a donde quieren. Y la intuición es acertada.

Todos estos contactos se han intentado atender como mejor se ha sabido y podido, siempre desinteresadamente. Sin embargo, en la totalidad de las conversaciones sostenidas con estos compañeros, se comprueba que no se tiene conciencia de la situación real en que se está en el ámbito del buceo recreativo, después de haber obtenido la certificaciones de Open Water Diver (OWD) e, incluso, la de Advanced Open Water Diver (AOWD).

Esto es totalmente lógico puesto que para tener una idea real del lugar en que se está se debe adoptar una visión en perspectiva que, por definición, los que se están iniciando no alcanzan siquiera a atisbar todavía. Y esto muchas veces lo desconocen no sólo los alumnos, sino los propios instructores.

En esta serie de artículos, en este primero se describirá la situación y las razones de haber llegado a ella, imprescindible para entender todo lo demás; analizando los problemas derivados y proponiéndose soluciones en una próxima. Las entregas reflejarán lo sustancialmente dicho a los compañeros demandantes de consejo.

Pero, para tener perspectiva sobre este asunto, hay que empezar por el principio, es decir, entendiendo cómo ha sido la gestación de la formación básica actual.

Érase que se era un tiempo en el que para hacerse buceador había que asistir y superar unos cursos que duraban a veces meses, que requerían unos exámenes médicos previos bastante exhaustivos (comparativamente con los actuales), que estaban dirigidos por las federaciones deportivas (en aquellos tiempos más públicas que privadas) e impartidos por instructores que, directa o indirectamente, procedían del buceo militar.

Aquellos cursos eran físicamente exigentes aunque no exentos de pruebas que ahora se considerarían cuanto menos dudosas. Superar todo aquello no era ni mucho menos imposible, pero tampoco fácil. Sólo pensando en la extensión e intensidad de aquella formación se puede atisbar la preparación que se obtenía, con todas las limitaciones de la época -porque todo hay que verlo en su contexto-.

Quien superaba aquellos cursos obtenía una titulación cuyas competencias y límites eran prácticamente los mismos que en la actualidad, ─ esto es importante para lo que luego se dirá ─, salvando con reservas la descompresión programada «suave».

Aquella formación declinó con la aparición, posterior importación e implantación de las certificadoras internacionales hoy por todos conocidas.

Las federaciones se tuvieron que adaptar a las nuevas formas y maneras del incipiente mercado hasta mimetizarse con las recién llegadas como una certificadora más, no sin abierta reticencia pues nadie renuncia voluntariamente a un control cuasi absoluto de una actividad que se populariza a marchas forzadas. El nuevo mercado era imparable.

La cosa cambió. Y mucho.

Este ya pretérito cambio de manos de la formación desde las federaciones hacia las certificadoras fue paulatino, sublimándose en España recientemente con la aparición en el año 2020 del actual Reglamento de Seguridad de Actividades Subacuáticas (R.D. 550/2020) del que tanto se ha comentado en este blog. En dicha ley se consagra la separación entre el llamado buceo deportivo (ámbito más propio de la federación) y el buceo recreativo (ámbito de las certificadoras, aunque la Federación también participa como una más) (1).

Esto tiene cierta lógica habida cuenta de que el buceo recreativo «sin techo», objetivo comercial y didáctico casi único de las nuevas certificadores (hasta hace muy poco tiempo en el que se descubrió un nuevo mercado potencial en el buceo técnico), tiene un semblante más próximo a lo «turístico» que al buceo en sí mismo tal como estaba planteado y concebido antes de estas mutaciones.

Que unas empresas multinacionales y sus miles de centros e instructores afiliados dependan de cada federación deportiva nacional no parece tener demasiado sentido ya que de lo que se está hablando es de una nueva industria y actividad turística (y, de hecho, en varias comunidades autónomas españolas la actividad de los centros de buceo recreativo están adscritas a los departamentos y consejerías de Turismo).

Este divorcio forzoso (todavía la Federación Española de Actividades Subacuáticas F.E.D.A.S. sigue afirmando en su web que «todo buceo recreativo es deportivo» en una clara confusión entre la realidad y sus deseos), lejos de ser una simple división administrativa, como mucha gente que lee la ley cree, tiene su importancia.

¿Buceo turístico o turismo subacuático? Las dos cosas … pero siempre presente el turismo.

De repente la enseñanza de buceo tal como se entendía se transmutó en una auténtica industria asociada a lo turístico. El buceador objetivo era fundamentalmente el que se iniciaba en la actividad y bucea en verano, no demasiadas inmersiones anuales y siempre tutelado en el seno de un centro adscrito a la organización que corresponda. Poco o nada que ver con la formación «antigua».

Lo importante es entender que este cambio se fundamentó en una simplificación y abaratamiento del acceso al buceo recreativo.

Ahora, el objetivo de las certificadoras generalistas sería lanzar al agua al mayor número de personas, en el menor tiempo, con el menor esfuerzo y al menor costo posibles.

Los cursos ya no durarían meses, sino unos escasos 4 días (a veces menos), su precio sería generalmente muy asequible, los requerimientos iniciales muy laxos, el esfuerzo muy exiguo y con resultado garantizado (no se afirma que no se haya producido nunca algún suspenso en la obtención del OWD y AOWD, pero sí que las excepciones se pueden contar con los dedos de una oreja).

En lo teórico y sobre todo en lo práctico, no es sencillo formar a alguien en tres o cuatro días para que bucee seguro en un grupo tutelado, no «haga globos», controle algo, etc. Para que no se mate mucho, simplificando.

Y aun más hacerlo siendo el sujeto potencialmente alguien de cualquier edad, capacidad atlética y condición física (y mental), porque todo esto no va dirigido a jóvenes atléticos y marines varios (como en cierta manera estaba dirigida la antigua formación), sino a cualquier persona, niños y abuelos incluidos. Muy poca gente está excluida de todo esto. Ni siquiera lo están las minusvalías con la aparición del «buceo adaptado». «Dive is fun and for everybody» («El buceo es divertido y para todos»), reza el lema de la más importante de las certificadoras.

¿Esto es enseñar a bucear? Pues depende cómo se mire. Pero en cualquier caso y como se ha dicho innumerables veces en este blog, ello ha tenido el maravilloso efecto de popularizar el buceo hasta límites impensables hace no tanto. Y, habida cuenta de los números y aunque parece que en los últimos años la expansión de este sistema está algo estancada, su éxito es indiscutible. Lo han hecho bien. Muy bien. Y, hasta aquí, nada que objetar … si todo acabara en este punto.

Este nueva industria requirió tal simplificación en la formación práctica que se ha implantado un aprendizaje con rodillas en el fondo, sin saber aletear, con ausencia casi total de estabilidad, con una flotabilidad muy escasa, etc. Se enseña lo justo y necesario para cumplir en los pocos días disponibles el exiguo programa y poder bucear en el seno de un grupo, sin que nadie se mate mucho, lo cual no está mal … pero si se sabe lo que es y no se confunde con lo que no es.

Respecto al plano teórico y al contrario que el práctico, los manuales de las certificadoras suelen ser muy completos. Después de muchos cursos y años buceando quien esto escribe ha releído algunos de ellos con ojos muy distintos a los que los leyeron durante su aprendizaje básico y sólo cabe decir que, generalmente y salvo excepciones, están muy bien.

El problema es que la dinámica de los cursos impartidos en tan poco tiempo impide al estudiante-buceador absorber prácticamente nada que no esté exclusivamente enfocado a superar el test final que le otorgará el tan deseado carné. Cumplido el objetivo, dichos manuales, si son en formato de papel, serán generalmente relegados a algún pulverulento anaquel para no ser abiertos nunca más.

El sistema de mínimos al menor costo no sólo afecta a las víctimas o clientes ─ según se mire ─, sino también a los instructores formados por las certificadoras.

¿El lector llevaría a sus hijos a un colegio en el que hubiera profesores de matemáticas encargados de enseñarles a sumar que, por supuesto, supieran la adición pero sólo alcanzaran a duras penas a dividir? Quien esto escribe se educó en un mundo ya pretérito en el que existía el principio – si bien no siempre cumplido – de que quien enseñaba debía dominar la asignatura a todos los niveles. No un poco más de lo que tiene que enseñar, sino muchísimo más. Esto no es así en la enseñanza del buceo recreativo en el que las certificadoras forman a sus instructores en consonancia con el modelo que aplican a sus alumnos. Lo justito y nada más.

Es por ello que el Autor siempre ha mantenido que todo instructor recreativo debiera ser previamente un buceador técnico o similar, opinión que escandaliza al ámbito recreativo que le rodea.

Esto es la tónica general aunque no siempre es así, ya que hay muchos instructores pertenecientes a estas certificadoras procedentes de otros sistemas, bien sea del buceo técnico, bien del sistema «antiguo», bien procedentes de otros ámbitos más exigentes o bien formados complementariamente por su cuenta. La razón de esta adscripción a las certificadoras generalistas de estos profesionales suele ser meramente económica ya que éstas son imbatibles en el mercado del buceo. Y aunque hay notables diferencias entre ellos, estos profesionales nada suelen tener que ver con los formados exclusivamente por las certificadoras.

Muchos de ellos saben perfectamente de la insuficiencia del sistema y por pura vergüenza torera amplían los programas que imparten, a veces saltándose incluso los estándares de sus propias certificadoras, siempre a costa de su tiempo y su bolsillo. Quien esté leyendo estas líneas y haya sido formado por uno de estos abnegados docentes, felicidades por su suerte. Pero, como se ha explicado en el artículo «La coleta de Münchhausen: ELEGIR INSTRUCTOR DE BUCEO«, quien se quiere iniciar en la actividad no puede tener en general ni criterio ni ningún control sobre todo esto.

Resumiendo, la rueda acelerada de la formación al uso afecta tanto a educandos como a educadores. Esto es importante considerarlo a la hora de buscar soluciones, como se verá en la próxima entrega de esta serie.

La nueva formación generalista se fundamenta en el número masivo de alumnos. Alcanzada la certificación que habilita para bucear con las competencias antes mencionadas, gran parte de la clientela no estima necesaria más formación, quedándose con el AOWD que le han ofrecido sin solución de continuidad, inmediatamente después de superar el curso OWD inicial y probablemente con descuento. Al fin y al cabo, el buceador-turista objetivo no requiere frecuentemente de mucho más (salvo quizá el curso que le habilita para bucear con Nitrox.). O bien cree haber cumplido con la formación necesaria y posible. Ya tiene su certificación que le habilita para todo el rango recreativo ¿no? Quizá piense que sólo necesita «complementos» opcionales.

Y quizá ésta sea causa y razón del planteamiento posterior a los cursos básicos:

Resumidamente lo que le espera al recién estrenado OWD es el AOWD o «Advanced«, que no es otra cosa que una suerte de fragmentos de formación denominados «especialidades» de las que tendrá que elegir unas cuantas para superar este presunto curso que nada tiene que ver con un verdadero curso reglado -y mucho menos avanzado-. Esto es reconocido implícitamente por las propias organizaciones que los imparten, a nada que uno lea con algo más de atención los textos con los que los publicitan.

«Si quieres sentir la libertad de bucear hasta 30 metros de profundidad, necesitarás todo lo que proporciona nuestro curso de buceo avanzado: equipo completo, clases teóricas y 5 inmersiones (naturalista subacuático, navegación subacuática, control de flotabilidad, nocturna y profunda). ¡En solo un fin de semana estarás preparad@ para superar tus propios límites!»

«Aunque muchas personas indican que el curso de Avanzado se compone de realizar 5 especialidades, no es la realidad. Se hacen 5 inmersiones de aventura donde se prueban ligeramente diferentes especialidades, ya que una especialidad completa es otro curso independiente de varios días donde se obtienen unos conocimientos avanzados, en solo esa especialidad específica.

Una vez has decidido que 5 aventuras quieres realizar, puedes continuar con tu progresión y llegar a adquirir más experiencia realizando más aventuras de forma individual con tu centro de buceo».

Buceo profundo; Navegación subacuática (Orientación); Buceo en altitud; Buceo desde barco; Fotografía o vídeo subacuático; Buceo con vehículo propulsado (DPV); Buceo en corrientes; Traje seco; Aire enriquecido Nitrox; Especialista en equipos; Identificación de peces; Buceador multinivel; Buceo nocturno; Dominio de flotabilidad; Búsqueda y recuperación; Naturalista subacuático; Buceo en pecios; Recicladores de aire y Project Aware o Misssion Deep Blue (??).

Estas citas son de la página web de una de las principales certificadoras mayoritarias. Es decir: se hace el «curso de Avanzado» pero en realidad no es un curso sino que son cinco «especialidades», que tampoco son «especialidades» -porque para eso cada una tiene su también presunto curso posterior-, sino «inmersiones de aventura» que, además, se «prueban ligeramente». «Inmersiones de aventura», «aventuras» y «ligeras probaturas» llaman a lo que todo buceador que desea progresar espera y necesitaría como un curso verdadero.

Acabado y aprobado (?) este trampantojo vendido como curso y ya con su flamante certificación que le «permite» bajar hasta 30 m y bucear en reservas marinas nacionales ─ a saber porqué ─, nuestro buceador novel descubre un mundo de formación fragmentada y dudosa.

Y, salvo el que habilita para bucear con Nitrox (único que tiene sentido ya que el aire debiera ser exclusivamente para las ruedas), lo que le espera es una travesía en el desierto por sus propios medios ─ es decir, a pie ─; sin brújula ─ es decir, sin nadie que le dirija ─ y confiándose a lo que vaya aconteciendo por el camino ─ es decir, confiándose a la «experiencia» ─. Como en la imagen que ilustra este artículo.

El lector estará pensando probablemente que todavía existen un montón de «cursos» o «especialidades» que realizar. Ello se han descrito en el artículo titulado «Los caminos para aprender a bucear – Segunda parte: LA «OPCIÓN INEVITABLE»«.

Buceo profundo; Navegación subacuática (Orientación); Buceo en altitud; Buceo desde barco; Fotografía o vídeo subacuático; Buceo con vehículo propulsado (DPV); Buceo en corrientes; Traje seco; Aire enriquecido Nitrox; Especialista en equipos; Identificación de peces; Buceador multinivel; Buceo nocturno; Dominio de flotabilidad; Búsqueda y recuperación; Naturalista subacuático; Buceo en pecios; Recicladores de aire

y últimamente hasta «Mermaid Diving» (bucear disfrazado de sirena).

Estas lo-que-sean suponen entre dos y cuatro horas teóricas con dos días de inmersiones (estándar de la principal agencia), incluso para las más serias.

No es de interés aquí ocuparnos del evidente trasfondo económico de este sistema sino sólo la descripción del fragmentado y desorganizado panorama que espera a nuestro nuevo buceador certificado, siempre sobre la base de la escasa formación técnica recibida. La intuición de que este camino es para patas muy cortas no es desacertado.

Al principio del artículo se ha señalado que la obtención de la titulación antigua otorgaba prácticamente las mismas atribuciones que la enseñanza básica actual, salvo quizá que a veces contemplaba la descompresión programada «suave» (vedada en el nuevo Reglamento de 2020). Ambos permiten llegar a los 40 metros de profundidad y bucear en pareja sin tutela alguna.

Y, entonces ¿cómo es posible que un curso de cierta exigencia física y teórica que duraba meses otorgue prácticamente las misma atribuciones que uno impartido en escasamente cuatro días, de aprobado casi automático? En opinión de quien escribe, la razón es de una simple inercia que ha homologado cosas que debieran ser distintas en el contexto de una legislación arterioesclerótica e inamovible. Mejor hubiera sido crear una suerte de categorías de «buceador tutelado» y «buceador autónomo», reservando a la primera la formación básica actual y con requerimientos y formación más extensa para la última.

Pero la realidad es que un OWD o AOWD recién certificado está muy lejos de ser autónomo, aunque acumule unas inmersiones más, no debiéndose aventurar en todo caso más allá de los 30 m, como mucho, por las razones aducidas en varios artículos de este blog y que ahora no se reiterarán.

Su futura trayectoria partirá de la escasa técnica que le enseñaron en su curso de OWD que deberá ser mejorada de manera casi autodidacta a base de inmersiones y de horas en el agua, sin dirección alguna -salvo los consejos de compañeros como él- ni objetivos concretos.

A los que demuestren interés, los foros y demás redes sociales serán su única fuente de información para aumentar su conocimiento, con todas las limitaciones que estos medios comportan.

Y lo que es peor, en la mayoría de los casos el buceador no saldrá de sus limitaciones técnicas y teóricas aprendidas en sus cursos básicos, limitándose a acumular inmersiones y «experiencia» sin dirección (o sea, a repetir errores hasta el paroxismo), sin horizonte real de mejora.

El vacío posterior a la enseñanza básica al uso se extiende hasta llegar al buceo técnico. Pero ello no está carente de inconvenientes graves que serán abordados en las siguiente parte de esta serie de artículos. Pero hay soluciones.

Un poco de paciencia.

(1) – En su Artículo 3 – «Modalidades de buceo», además de las modalidades de buceo militar, científico, extractivo, profesional y de buceo para uso público, se establece y define de manera claramente separada el buceo deportivo y el buceo recreativo.

Artículo 3. Modalidades de buceo.

Las modalidades de buceo serán:

a) Buceo recreativo: es aquella que puede tener por finalidad el deporte no competitivo, la diversión, el recreo, el pasatiempo o el ejercicio físico.

b) Buceo deportivo: es aquella cuya finalidad es el ejercicio de una actividad deportiva de ámbito competitivo o preparatoria de esta.

(…) Real Decreto 550/2020 de de 2 de junio, por el que se determinan las condiciones de seguridad de las actividades de buceo.
Publicado en «BOE» núm. 177, de 26/06/2020. Entrada en vigor: 01/07/2020
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8 thoughts on “

Quo vadis, Open Water? –

Primera parte: LA GESTACIÓN DE LA FORMACIÓN BÁSICA

  1. Qué real lo que escribis. Recibi mi OW (primer estrella) de CMAS cuando era pequeña (13 años), el curso duró meses, tuve que presentar incontables estudios médicos y el examen teórico final era extenso y determinante.
    De grande decidi hacer Carrera de esta pasión, y no me quedo alternativa que caer en las certificadoras internacionales.. hace poco obtuve el IOW y no puedo dejar de pensar que los cursos de hoy en día dejan que desear.
    Noto la gran diferencia de la enseñanza.. de la teoría que ya no está en manos del instructor.. si no que se reduce a un múltiple choice en el celular que se puede repetir cuantas veces sea necesario para «aprobar» .. y como así tambien en la parte práctica, donde en solo 3/4 días se pretende que el aprendiz adquiera habilidades nunca antes pensadas.
    qué se hace ante esto? no se puede luchar contra un sistema que atropella y que no permite otro tipo de propuestas… porque seamos honestos.. estos nuevos tiempos «le sirve» y se «amolda» tanto a centros como a enseñantes, y a instructores también..
    Mi objetivo hoy: es ser una buena guía, un buen ejemplo, acompañarlos en la primer experiencia y lograr formar Buzos responsables, de si mismos, del medio ambiente, de posibles situaciones que puedan tener que enfrentar…(y todas mis ambiciones – lamentablemente – van a tener que entrar en 3 / 4 días que comparta con ellos.. )

    Gracias por tus post. Son inmensamente interesantes!! (esta es la primera vez que me animo a responder )

  2. En alguna ocasión he comentado por aquí lo escasa que es la formación. He sido uno de tantos que he preguntado por estos lares que hacer tras el OWD y he de decir que el consejo (seguido) fue el de realizar un curso de introducción de buceo técnico. Este curso, debería llamarse curso de aprender a bucear, puesto que es el único donde me han enseñado a aletear (si, a aletear) a tener un trimado decente, a saber qué hago mal y porque lo hago mal e incluso todas las complicaciones que puede haber en una inmersión.

    Mi suerte es haber realizado dicho curso inmediatamente después del OWD, y mi desgracia ha sido comprobar de primera mano que yo, buzo inexperto de 30 inmersiones tengo más conciencia que compañeros de más de 100 y con titulaciones de AWD o superiores…

    Espero que con este blog todos vayamos aprendiendo y mejorando y mil gracias coronel, por tu tiempo y tus sabios consejos

  3. Como sucede tantas veces, en esta materia parece que falta un hombre del lápiz que sepa de verdad de lo que escribe. Un responsable de las normas con perfil técnico de verdad, con criterio.
    El RD 550/2020 lo firmaba el entonces ministro de Transportes (y otra larga serie de cosas) Ábalos. ¿Pero qué sabía don José Luis de esos asuntos? Pues supongo que más o menos lo mismo que el actual ministro.
    ¿Y por qué la regulación de esta materia era (y supongo que es) competencia del ministerio de (ahora) don Óscar Puente Santiago (Valladolid, 1968)?
    Pues supongo que por descarte: porque ese departamento tiene una Secretaría de Estado de Transportes y Movilidad Sostenible, de la que depende una Secretaría General de Transportes Aéro y Marítimo, de la que depende una Dirección General de la Marina Mercante de la que me imagino que depende un servicio de alguna subdirección con competencias relacionadas con el buceo profesional.
    ¿Y qué sabe esa gente de buceo recreativo, buceo deportivo, buceo técnico…? Pues seguro que nada. Nada. O casi, vaya. Porque buceo sí que es, como el profesional.
    ¿Y cómo se las habrán apañado para redactar la parte del RD que…? Buena pregunta. Supongo que sin opinión propia de ninguna clase, preguntando, circulando el borrador, pidiéndoles opinión a los pobres GEAS (que bastante tienen ya con lo suyo), a un amigo del subdirector que estuvo en las Malvidas, los cenotes y El Hierro…, a los de FEDAS.
    Porque tampoco es que haya una puerta única a la que llamar, ojo: una de las características más conocidas del sector es la desestructuración.
    Y me temo que así seguirá la cosa in aeternum.
    Salvo que, por ejemplo, esos aires nuevos que parece que corren en la Unidad de Actividades Subacuáticas de la Guardia Civil traigan cambios también en estos asuntos. Ojalá.
    Abrazos.
    Un saludo.

    1. Estimado Santiago:

      Aunque comparto tu enfado por el resultado de la ley en muchos aspectos, siento decir que estás bastante equivocado en algunas cosas que deben ser puntualizadas en honor a la verdad.

      El Ministro de Transportes firma el Real Decreto por ley, pero la firma no por haberla redactado él, sino orgánicamente ya que es el responsable del ministerio al que está adscrita la Dirección General de la Marina Mercante. Sucede con la totalidad de las leyes de este país. Y probablemente de todos los países occidentales.

      Y la Dirección General de la Marina Mercante la redacta porque la Constitución Española le atribuye todas las competencias en materia de seguridad en el mar.

      Finalmente, quienes redactaron el texto fue una amalgama de personas con relevancia en el ámbito del buceo entre los que estaban los GEAS y los representantes de la Asociación de Buceo Recreativo de España, amén de representantes del sector del buceo profesional, etc.

      Supongo que además pasaría a los habituales filtros de los servicios jurídicos, sometiéndose posteriormente a información y consulta pública.

      Me consta que en los últimos borradores no incluían gran parte de estos gazapos que finalmente aparecieron en la ley por lo que entiendo que se debió a alguna lamentable intervención de último momento.

      Gracias por tu comentario.
      G.

      1. Buenos días.
        Pues no lo sé, pero no me puede librar de la impresión de que estoy poco equivocado. Y conozco bastante bien cómo se elaboran las normas; en España, y fuera de España.
        El problema suele ser de metodología: casi con absoluta seguridad quien redactó el borrador de RD (asumido que el pencil holder fue el mismo desde el primer momento del proceso hasta que se envió el texto final al Consejo de Ministros) no era alguien con conocimiento técnico en la materia (además del relativo a la elaboración de borradores de esa clase y su impulso a través de las fases de consulta y posteriores).
        Y esa es justo la clave de los errores de este tipo (los que tú has destacado en algunas ocasiones y otros que hay hecho correr mucha tinta, como el de que una interpretación estricta -o deberíamos decir literal- de la norma es posible que llevara a prohibir la práctica del buceo en cuevas, por ejemplo).
        La DG de la Marina Mercante seguro que sabe de ciertos aspectos administrativos del buceo profesional, pero da la impresión de que no tiene ni repajolera idea de actividades cuasiturísticas como el buceo recreativo, o de buceo técnico, y casi seguro que no sabe de qué está hablando cuando entra (o como es el caso deja de entrar) en esos otros asuntos de la formación; de la que, por cierto, el RD se libra con una larga cambiada.
        El problema no es que se consulte a trescientas personas (el gestor de proyectos normativos con un mínimo de colmillo se cubre las espaldas para poder contestar eso mismo), sino la lectura de las respuestas y el peso que se le da a cada una de las cosas de las que se toma nota en las reuniones o entran por el correo electrónico.
        Es imposible sacar adelante textos de calidad técnica si no se tiene criterio propio en la materia, por mucho que se pregunte. Literalmente imposible. Y a quien tiene cierta experiencia en las administraciones públicas (las supranacionales son el paradigma de problemas, porque además la matriz es aún más compleja) no le resulta difícil intuir como transcurrieron las cosas en 2019 y 2020.
        La asesoría jurídica, por cierto, se limita por definición a analizar los aspectos formales generales de un texto normativo y su encaje en las normas del escalón superior (si las hay). No opina sobre lo sustantivo. Ni sabe ni es su cometido.
        El problema, por tanto, insisto, parece venir de una organización y de una gestión del proyecto normativo defectuosa. Empezando porque la atribución de la competencia (por defecto, porque no encontraron a otro capaz de gestionar bien el marrón). Del tío del lápiz. El responsable probablemente sabía poco o nada de una parte (o muchas) de las materias objeto del mismo.
        Por expresarlo con un ejemplo, dudo mucho que un project manager típico institucional con formación en ciencias políticas y un postgrado en administraciones públicas sea capaz de regular con un mínimo de calidad el mercado europeo del material de defensa. Por mucho que pregunte.
        ¿Cómo se debería proceder en esta clase de situaciones? Buena pregunta, buena pregunta.
        Yo no conozco la respuesta en este caso concreto, pero intuyo que no es fácil por lo dicho de la dispersión institucional, la fragmentación de actores… Pero tampoco imposible ni mucho menos: de vez en cuando se publican en el BOE textos de calidad en otras materias.
        En todo caso, a los resultados nos remitimos, ¿no?
        🙂
        Saludos,
        Santiago.

  4. Buenos días José.
    Ante todo agradecer el esfuerzo, dedicación y compromiso que realizas el blog, es sin duda un refugio en medio de la selva.
    En mi caso simplemente soy OWD, y en mi opinión al igual que cuando adquieres el carné de conducir, al principio eres un «potencial peligro» en medio de la carretera. Recuerdo como con práctica y sobre todo el auxilio de mi padre, junto con la paciencia inestimable del resto de conductores, logré tener un nivel aceptable para circular con seguridad.
    Quiero decir con esto, que no es necesario ser un Navi Seal para practicar buceo recreativo, objetivo que buscamos la inmensa mayoría.
    Creo que tengo las habilidades necesarias para bucear de manera autónoma, siempre por supuesto con un mínimo de precaución y sentido común, nunca se me ocurriría a día de hoy, hacer un buceo sin guía, que requiera un poco más de destreza que la que tiene un novato.
    Supongo que como todos los que están en mi misma situación, buscamos un guía o Dive master, simplemente porque la unidad mínima para el buceo son dos, y en mi caso lo tengo complicado.
    Supongo que si escarvase en clubs, asociaciones o algo por el estilo, podría conseguir compañero, pero a día de hoy, es algo que desconozco.
    Insisto, muchísimas gracias por tu blog José, le doy mucho valor y todos los artículos me parecen interesantísimos.

    Un saludo cordial.

    1. Estimado Jorge:

      Efectivamente, no se trata de ser un superhéroe del buceo (mucho cuidado con los que se presentan como tales) o, como dices, un navy-seal. Se trata simplemente de ser un buceador autosuficiente y con una técnica aceptable en todos los entornos.
      Desde el OWD es difícil tener perspectiva, pero de eso va precisamente el próximo artículo, que espero te interese y te sea útil.
      Pero, en cualquier caso, si la formación básica es suficiente para el buceo que se va a hacer, nihil obstat. Totalmente lógico y nada que decir.
      Lo importante es saber dónde se está y decidir con criterio (único objeto de este blog).

      Gracias por tu comentario
      Un saldo cordial
      G.

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