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Este artículo es consecuencia de algunos persistentes comentarios recibidos que anteponen a la formación y al conocimiento del buceador el tiempo que se lleva buceando y, por ende, todo lo que se ha aprendido autónomamente durante dicha práctica.

Se pretende simplemente abrir una puerta a la duda y a la reflexión sobre el significado de la experiencia en el buceo y al escepticismo respecto del autodidactismo y cómo todo ello se suele medir e interpretar.

La experiencia en el buceo: el problema

¿Por qué es necesario hablar de la experiencia en buceo recreativo?

Quizá sea porque es la cualidad que se esgrime permanentemente para justificar cualquier cosa. Pudiéramos decir que generalmente y por debajo de determinados niveles, en el buceo casi es el único valor detrás de las opiniones y los actos.

El buceador que tiene algunos miles de inmersiones las enarbola como muestra indiscutible de su competencia, para contradecir y, a veces, simplemente enmudecer al que tiene sólo unas docenas o cientos.

Para muchos, la experiencia es el rango del buceo que otorga la autoridad y casi la única fuente de conocimiento verdadero que se utiliza para justificar y defender lo que se sabe, hace y cómo se hace (aunque en realidad no se sepa casi nada, sólo se haya repetido sin pensar durante lustros lo aprendido al comienzo y se esté en el Pleistoceno del buceo).

Como si se tratara de un «escalafón militar» de un ejército antiguo en el que los galones sólo se ganan automáticamente a base de años.

Pero esto no quiere decir que en este artículo se desprecie la importancia del tiempo y la práctica, como luego se verá.

La fácil cuantificación

La manera más habitual de cuantificar la experiencia en buceo es la cantidad de inmersiones que un buceador ha hecho, aunque también hay otras similares, como la profundidad máxima a la que se ha bajado o el número de certificaciones que se tienen, presuntas demostraciones inequívocas del nivel de competencia.

Es muy fácil. Un número cuantifica experiencia y competencia. Sólo hay que contar. No hay que pensar más. Todo el mundo pregunta esos datos para conocer el nivel de un buceador. Y, sin embargo, ¿nos dan una información fiable o suficiente?

Para contestar a esta pregunta, previamente necesitamos responder otra: ¿qué entendemos por experiencia, por competencia y formación?

La experiencia y los sucesos

Aldoux Huxley decía que «la experiencia no es lo que le sucede a un hombre. Es lo que un hombre hace con lo que le sucede«.

Se podría objetar con razón que lo que hace un hombre con lo que le sucede también provoca un suceso, por lo que estamos al principio quizá siendo más correcto decir que la experiencia es tanto lo que le sucede a un hombre como lo que un hombre hace con lo que le sucede, a lo largo del tiempo.

Enfatizar la acumulación de sucesos, prescindiendo del efecto en el individuo, es un frecuente error en la consideración de la experiencia.

Si el número de sucesos fueran los que determinaran la experiencia, personas con el mismo número de inmersiones tendrían exactamente la misma experiencia. Y, obviamente, no es así.

La observación

Sólo se ve lo que se sabe.

Esta frase cosecha del Autor resume su posición respecto de la observación, diferenciándola de un simple fenómeno físico de percepción, pero sin conocimiento e interpretación.

Un experto entomólogo verá con precisión las sutilezas genéticas una Drosophila Melanogaster donde los demás sólo vemos un molesta mosca. Y el sistema de visión (los ojos) es el mismo. La diferencia es la interpretación de lo que se ve desde el conocimiento que se tiene.

Así pues, el conocimiento previo será determinante en la observación e interpretación de lo que nos sucede y, por ende, en la consecuente experiencia que se derive de ello. Y, ni el conocimiento ni la capacidad interpretativa en las personas son iguales. Esto es así, guste o no.

La interpretación de los sucesos

Obviamente, las capacidades innatas se pueden mejorar, afinar o enriquecer, siendo la formación quizá el procedimiento general más efectivo.

En términos comunes se podría afirmar que un buceador sin apenas conocimientos teóricos ni prácticos y sin habilidades básicas correctas, probablemente sacará conclusiones de peor calidad que uno bien formado ante los mismos sucesos, independientemente de sus capacidades individuales.

De ahí la importancia de la calidad en los sucesivos cursos de buceo posteriores a los iniciales y de la continua adquisición de conocimientos, cosa que en opinión de quien esto escribe, no se suele cuidar en absoluto cuando se fía todo a una mera acumulación de inmersiones, origen de autoaprendizaje.

La experiencia como repetición

La repetición de un ejercicio tiene un valor innegable en el desempeño de cualquier función.

Cualquiera que haya aprendido un deporte o actividad física sabe que la repetición genera una suerte de «memoria muscular» que automatiza movimientos. Y no sólo a nivel muscular, sino también a nivel mental ya que libera al cerebro de la necesidad de centrarse en ellos para ocuparse de otras funciones u otros niveles.

Llamada en otros ámbitos «automatización motora» o  «aprendizaje motor», la memoria muscular es una forma de memoria procedimental que implica la consolidación de una tarea física específica en la memoria a través de la repetición. Es importantísima.

Sin embargo, la repetición no garantiza la calidad per se, sino la eficiencia de lo que se entrena, sea lo que sea.

El Autor nunca ha entendido porqué todo el mundo supone implícitamente que el desarrollo de una automatización es algo necesariamente positivo. Porque, si lo que se repite es imperfecto, entrenaremos la imperfección, llegándola a automatizar junto con todo lo demás.

En otras palabras, se puede entrenar una virtud, pero también un defecto hasta el punto de que el proceso sea muy difícil de revertir. Por ello, a veces la repetición juega en nuestra contra.

Debido a esto, si entendemos la experiencia como una mera acumulación cuantitativa de eventos, resulta que podríamos estar llamando experiencia a lo que únicamente fuera una repetición de errores durante un tiempo suficiente. Considérelo el lector.

Aunque sea una idea aparentemente estrambótica, frecuentemente es más efectivo no saber hacer algo en absoluto que haberlo estado haciendo durante años … incorrectamente.

Quienes hayan pasado por determinados cursos de introducción al buceo técnico, quizá hayan observado que hay muchas habilidades que suelen ser más fáciles para aquellos recién llegados a la actividad que para los que llevan miles de inmersiones, por paradójico que pueda parecer. Y la razón es simple: estos últimos, además de tener que aprender las nuevas técnicas y habilidades, deben intentar anular lo incorrectamente practicado, mecanizado e impreso a fuego en su cerebro durante años, que resulta en un freno que les penaliza de manera muy relevante a veces.

¿La repetición enseña por sí sola?

Pudiéramos afirmar que la repetición no enseña nada por sí misma, sino que es más bien un instrumento para el aprendizaje, perteneciendo éste a una categoría superior.

Y en este punto entramos en lo mollar: ¿de qué depende el aprendizaje? Para quien esto escribe, depende de tres factores principalmente: de la capacidad de cada uno para el procesamiento de la realidad y de su interpretación; de la motivación emocional respecto de lo que se aprende y de la información que llega del ambiente, tanto directamente, como por «ósmosis».

La variabilidad y la casuística

No es lo mismo repetir mil veces la misma inmersión que hacer mil inmersiones distintas.

En el primer caso se consolidan determinados aspectos derivados de las circunstancias concretas de dicha inmersión repetida hasta el paroxismo, mientras que en el segundo se ponen a prueba las habilidades propias bajo un gran número de circunstancias distintas. Nada que ver una y otra cosa. Pero son mil inmersiones en los dos casos. El número es el mismo.

La capacidad individual

La experiencia entendida como acumulación de sucesos a lo largo del tiempo, es inútil si no se tiene la capacidad de obtener conclusiones y aprender de ella y contraproducente sin dirección.

Experiencia y aprendizaje debieran ser casi sinónimos. Pero, por el contrario, en la mentalidad de muchas personas son casi antónimos.

Es un proceso iterativo entre las circunstancias externas al individuo y su capacidad innata, formación y estímulos.

La motivación

La importancia de la motivación emocional en el desempeño de cualquier actividad es algo fuera de toda duda. Incluso la memoria es selectivamente mejor o peor dependiendo de si el dato nos importa en realidad, o no.

La curiosidad, el interés y similares es lo que confiere energía e intensidad al aprendizaje, siempre dentro de las posibilidades de cada uno.

La «ósmosis» procedente de lo que nos rodea

A quien esto escribe siempre le admiraron las estructuras de conocimiento que se crean, a veces planificada y a veces espontáneamente, aglutinadoras de talento en un lugar y tiempo determinados.

Son ejemplos actuales la NASA, el MIT, la Universidad de Oxford, etc. Pero esto no es nuevo: buenos ejemplos serían también la Atenas de Pericles en el siglo V a.C., la Escuela de Traductores de Toledo en el siglo XIII, la Florencia de los Medici del siglo XVI o el Círculo de Viena en el siglo XX.

Con esto no se pretende ponernos pretenciosos, sino ilustrar que el conocimiento se extiende como una mancha de aceite cuando estamos en el lugar y momento adecuados. Un ejemplo en el buceo sería la COMEX francesa en el siglo pasado. O la NOAA norteamericana.

Es por ello que el nivel del ambiente que nos rodea nos atrae y sustrae, disolviéndonos en él, a todos los niveles. Por esto es tan importante el desarrollo de un clima crítico lo más extenso posible.

Si practicamos nuestro buceo en un hábitat en el que nadie pone en cuestión nada, en el que nadie tiene el menor interés en mejorar su formación, en el que las conversaciones son de bajo nivel, en el que todo se limita a una repetición ciega, de una perpetuación acrítica de lo recibido, en el que la curiosidad se ve como enemigo de la experiencia y ésta depende simplemente del número de inmersiones acumuladas, en que no se tiene contacto con cosas nuevas, etc. , la posibilidad de progresar será escasa. Esperemos que este blog contribuya a lo contrario.

La práctica producto de la reflexión, ¿o al contrario?

Hermann Hesse opinaba que la práctica siempre debe ser producto de la reflexión y nunca al contrario. Sin duda la intención era evidenciar el aspecto comunmente evitado en la concepción habitual de la experiencia.

Porque es claro que la práctica nos debe hacer reflexionar, pero es menos evidente -o menos habitual- que la reflexión deba guiar la práctica.

Maniqueísmos aparte, lo cierto es que las dos cosas son necesarias porque el aprendizaje es un proceso iterativo en ambos sentidos: de la práctica a la reflexión y de ésta, de nuevo a la práctica, para volver a empezar pero ya desde otro punto.

El autodidactismo

Se va a citar literalmente un extracto de un artículo, publicado en 2021 en una conocida revista:

Aunque comúnmente se percibe como meritorio que un individuo se haya hecho a sí mismo, formándose como persona con sus propios recursos, generalmente escasos, y sin apenas ayuda de nadie, un estudio de la Universidad Complutense de Madrid presentado esta semana señala que la mayoría de los españoles que declaran haberse hecho a sí mismos están mal hechos.

«Es un error congratularse de haber prescindido de ayuda externa, de profesionales, y describir como un logro algo que a veces deja mucho que desear y que, generalmente, es deficiente», sentencia Jose Antonio Grande, uno de los expertos que firma el estudio. «Ser una mierda de persona no es bueno aunque te hayas hecho a ti mismo, este matiz no le añade valor, al contrario, demuestra cierta negligencia», agrega el especialista.

La investigación atribuye a «cierto estereotipo social basado en perfiles idealizados de autosuperación» esta buena prensa que tienen las personas hechas a sí mismas. «Suelen esconder traumas y graves carencias y, además, el orgullo de no haber necesitado a nadie nunca hace difícil que se presten a escuchar consejos de otros», señala Grande.

La investigación admite que «españoles bien hechos no hay muchos, incluso tienen defectos los que han contado con ayuda y posibilidades». Pero, precisamente por eso, dicen los expertos, «si encima se prescinde de ayuda, el resultado es desastroso».

El informe añade también otro dato sorprendente: pensar por uno mismo es, según confirman los especialistas, una forma absurda de perder el tiempo para acabar llegando, si ha habido suerte, a las mismas conclusiones que ya obtuvieron sabios del siglo IV antes de Cristo.

Este extracto procede de la divertida e inteligentísima revista de humor «El Mundo Today». El artículo satírico se titula «Dos de cada tres españoles hechos a sí mismos están mal hechos» y subtitula: «Los expertos aconsejan no hacerse uno mismo si no se sabe lo que se está haciendo«. El lector puede leer el original en el enlace.

El Autor no comprende muy bien cuál es el aspecto humorístico del texto porque su contenido le parece totalmente veraz y descriptivo de la realidad. Quizá sea la realidad lo que da risa.

Pero, aunque sea de manera más o menos jocosa, finalmente el texto resume la opinión que se intenta trasmitir en este artículo, que no es otra que la de que el autodidactismo puede ser extremadamente meritorio, pero también extremadamente ineficiente comparado con una formación de calidad y debe ser evitado, si hay la menor alternativa.

Por ello, el habitual modelo de buceador recreativo OWD y AOWD pero con tropecientas mil inmersiones a sus espaldas, que confía todo a «su experiencia» forjada inmersión a inmersión, no es el mejor modelo posible, ni de lejos.

El habitual consejo que se da al novato cuando acaba su curso básico de «y ahora … se acabaron los cursos y a bucear mucho para coger experiencia, que es lo que cuenta» es al menos incompleto. El Autor recomendaría otra cosa, sin menospreciar la imprescindible práctica.

El «enrocamiento» mental

Es interesante observar cómo muchos buceadores veteranos se atrincheran en su «experiencia» y años para no adoptar nuevos conocimientos, protocolos o técnicas.

En el ámbito de la enseñanza, este enrocamiento mental es el pan nuestro de cada día. (Varios ejemplos de esto se han tratado en diversos artículos anteriores, como por ejemplo en «EL MITO DE SALIR CON 50 bar Y OTROS DESATINOS» o en «ABRIENDO LA BOTELLA«. Pero hay varios ejemplos más en los artículos sobre los distintos tipos de formación).

Y, sin embargo, la repetición de lo aprendido y de lo practicado sin crítica es uno de los pocos pecados mortales que debieran llevar al infierno a un docente.

Pero hay mecanismos mentales detrás de ello. Vamos a ver algunos.

Resistencia al cambio

Es una consecuencia de una «hipertorfia» de experiencia.

La primera impresión cuando se inicia un proceso nuevo en una persona o en un grupo es la “resistencia al cambio“, es decir, la negación a hacer algo diferente ante aquellas situaciones donde tienen que modificar un hábito o una conducta.

Parece consustancial al ser humano una cierta resistencia al cambio. Nos pasa a todos en mayor o menor medida. No obstante, hay personas que tienen una resistencia mayor que otras necesitando mucho más tiempo para adaptarse e, incluso, hay muchas que presentan una contundente oposición a cualquier cambio, por insignificante que sea. Edad y formación tienen mucho que ver en esto.

Sin embargo, hay otros mecanismos que operan en el inmovilismo.

Pérdida de estatus

Muchas veces asumir que lo que se sabe y hace está obsoleto y que hay conocimientos más avanzados o sistemas y procedimientos mejores, significa pasar de la posición de «profesor», de «avanzado», de «experimentado», de «autónomo» a la de «alumno», de «novato» y de «dependiente». Y hay mucha gente que se resiste con uñas y dientes a perder esa condición en su cabeza, consciente o inconscientemente.

«No es necesario»

En este enroque automático, tan habitual cuando se habla con buceadores formados a la antigua usanza, se suele basar en que algo sobre lo cuál se propone el cambio se ha hecho personalmente de una manera -durante años y quizá miles de inmersiones- sin incidentes ni problemas graves y, por tanto, no se percibe la necesidad de modificar ni mejorar nada. Así mismo, cambiar significaría la negación de la propia formación, de la propia capacidad (¿por qué no lo cambié yo?) y, en definitiva, de uno mismo en cierta manera.

Este entendimiento del conocimiento, como algo congelado y no provisional siempre, se da en todas las actividades, no sólo en el buceo y es muy humano y comprensible. Pero falso.

Sin embargo, habría que distinguir entre dos planos: el privado y el público.

– En el privado, es decir, cuando la resistencia sólo afecta al sujeto que la mantiene, puede ocurrir que el cambio que se propone sea conveniente pero no crítico.

En este caso, la decisión individual y soberana de no cambiar uno mismo, debe ser asumida por los demás. Cada uno hace y deshace consigo mismo -más o menos y hasta cierto punto-. Si alguien es feliz nadando ineficientemente como un caballito de mar generando CO2, cuan locomotora de vapor, no será el Autor el que insista en convencerle de otra cosa, si él no quiere.

– En el público, es decir, cuando afecta también a otros, es otra cosa: el inmovilismo que afecta a la seguridad del compañero o a LA ENSEÑANZA A OTROS no debe ser tan tolerada, sino educada pero contundentemente refutada.

«No quiero»

Todo cambio produce una sensación de novedad respecto de la situación actual. Probablemente suponga tiempo, esfuerzo y energía afrontar este cambio. La sensación percibida es de incomodidad y negación. Lo que ahora se llama «salir de la zona de confort» (y antes se llamaba simplemente «incomodidad»).

«No puedo»

Componente referido a la percepción de las propias capacidades, de las que consciente o inconscientemente se puede no estar seguro.

«No sé»

Actitud referida a la incertidumbre como situación mental que el hombre tolera mal y que le lleva a creer en hadas o lo que haga falta para atenuarla o eludirla. Las principales resistencias surgen por la falta de información y de conocimiento sobre el proceso de cambio que se va a poner en marcha. 

Corolario

Tanto la experiencia es una cuestión compleja y frecuentemente mal interpretada, como el autodidactismo está muy sobrevalorado.

Así, encontramos tanto a gente que se centra en el número de repeticiones porque es lo único de lo que puede sentirse seguro, como a gente que lo teoriza todo, despreciando la práctica. Todos estamos en algún estado intermedio entre estas dos posturas.

Se sugiere al lector no conformarse con cuantificaciones simplistas que pretendan significar lo que en realidad son competencias complejas.

Y no admitir imposiciones únicamente respaldadas por el número de inmersiones que esgrime el interlocutor, el número de carnés que tiene o la profundidad a la que haya bajado.

Esto hay que considerarlo, pero sólo como matiz, ya que sólo los razonamientos pueden amparar las afirmaciones.

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¿Conocimiento o vivencia?:

EXPERIENCIA Y EL AUTODIDACTISMO EN EL BUCEO RECREATIVO

  1. Hace no mucho, un responsable de un club de buceo me decía que obliga a los que bucean con él a llevar en las diurnas unos focos potentes, porque así cuenta los haces de luz y sabe que está todo el mundo.

    Al principio pensé que me lo decía de broma, pero no, lo decía en serio y cuando lo cuestioné, vino lo de siempre. Que si tú sólo buceas en piscina…. que si yo llevo 20 años buceando… que si llevo un trillon de inmersiones y a mi me vas a enseñar tú…. Sólo le contesté una cosa. «Pues llevas 20 años haciéndolo mal». Sin más.
    Pero es una batalla perdida, hay gente que necesita ser el que manda en su cortijo y no van a admitir nada que les ponga en cuestión. No tiene sentido, ellos que sigan haciendo las cosas como quieran y los demás seguiremos formándonos y aprendiendo.

    1. El uso de luces como procedimiento de comunicación es habitual en ciertos sistemas de buceo técnico, aunque muy ineficiente en aguas claras con luz diurna. Únicamente lo menciono efectos informativos, porque en buceo recreativo no forma parte de ningún protocolo aceptado, por lo que el comentario que te han hecho entra dentro de la categoría de «ocurrencias».

      (Este tema de la luz es muy interesante y me lleva a pensar que quizás fuera pertinente escribir algo sobre ello).

      Pero en cualquier caso y aunque pudieran existir razones, hablemos de luz o de cualquier otra cosa, lo que no es de recibo es intentar aplastar al interlocutor con los «argumentos» que mencionas.

      Personalmente cuando me encuentro con alguien que me dice estas cosas, lo que realmente percibo es ignorancia e impotencia. Y me da cierta pena aunque, si se trata de un instructor, la pena me dura un segundo y suelo ser bastante beligerante porque su función es transmitir conocimientos. Y lo que transmite es lo contrario. Estas cosas hacen mucho daño.

      Un saludo cordial y gracias por el comentario.
      G.

      1. Por supuesto que las luces sirven para comunicar. Yo incluso en aguas abiertas hago el OK moviendo en círculo la primaria, estoy atento a las demás luces, etc, lo que me chocó es que me digan que la manera que tiene de saber que los demás le siguen es contar los haces de luz. Por mil razones, y no la Menor de ellas el hecho de que por el haz no sabes quien es el que tienes de primero o de quinto. De todos modos, yo abandono toda esperanza de que alguien que lleva 20 años haciendo algo mal y además cree que está bien, pueda cambiar de idea por lo que yo le diga.

    2. En mi opinión, y también en “mi experiencia”, contar luces es muy efectivo cuando la visibilidad no permite ver a todo el grupo, hecho frecuente en algunas zonas del litoral español. No se trata de reinventar la rueda, la comunicación por luces es muy práctica, incluso simplemente viendo cómo se mueve una luz uno ya puede hacerse una idea de si algo va mal.

      Ahora bien, es cierto que hay formas de expresar las cosas y también formas de justificarlas. Tal y como dice el artículo, el “imponer” la experiencia sin más, y encima con soberbia, no suele ser síntoma de un buen profesional, que además de tener en cuenta su experiencia, también debe estar abierto a empaparse de la de otros.

  2. Muy buena entrada, en tu línea habitual Gualdrapa, me he divertido muchísimo leyéndote, como siempre, ese punto de ironía que manejas se echa de menos en la vida en general, y debería ser la norma. Me pregunto si en el logbook de Agmed Gabr contará como una, la inmersión de su record de profundidad, tanto como cualquiera de las mías. ¡Ay, Señor, Señor!

  3. Como siempre,un artículo que parece que lee la mente del lector,sin duda maravilloso.Dicho esto, aclarar que proviniendo de mis inicios en buceo militar ( y no tener ni idea de recreativo) siempre me pareció curioso y ridículo la valoración de las capacidades por el número de inmersiónes (un instructor se reía de mi, porque no las apuntaba y el con 5000 seguía apuntandolas,sigo saber el porqué las pondrá en la pared).A lo largo de mis 20 años de experiencia en buceo en solitario,con deco,altitud bla bla bla me e dado cuenta y algún susto así me lo a demostrado, que el buceador experimentado denota un exceso de confianza y una perdida de celo en la actividad llevándolo a cometer errores incomprensibles.el problema también desde mi humilde punto de vista es que las certificadoras son un puro negocio donde cualquiera vale , el los cursos recreativos no hay fracaso escolar. En un viaje a ko thao me quedé asustado del nivel, de echo sin intención de ofender a nadie ni menoscabo de su profesión me sorprendo muchísimo del bajo nivel en general de los instructores así como de sus conocimientos técnicos dicho esto ellos avalan su increíble capacidad al haber realizado miles de inmersiónes en condiciones óptimas en media docena de puntos de inmersión de menos de 30 m.Es muy curioso también los cursos chorras que se ofrecen para sacar cuartos fomentando un ego basados en tarjetitas que as pagado creo sinceramente que el buceo se está pervirtiendo en consonancia a los modelos sociales actuales y se pierde un poco la humildad y trabajo callado de aquellos que nos precedieron .En un viaje a malta un tío alucinaba que como no sabía cuántas inmersiónes había echo la verdad es que es un dato que me gustaría saber,de nuevo reiterar la enhorabuena al blog y a su autor y también poder plasmar la reflexión de un simple aficionado al buceo que se ve muy reflejado en los blogs aquí publicados.un saludo

  4. Buenísimo articulo! Muchas gracias! Soy profesor de esquí y veo que se puede añadir una resistencia más al cambio: «si lo estoy haciendo», esto es lo que me contestan muchos alumnos cuando les hago una corrección de una posición o de un ejercicio. Antes no tenía muchas opciones que no fuera la persuasión, ahora cojo móvil, grabo y muestro lo grabado. Con el tema del equilibrio y no ir como un caballito de mar se me ocurre lo mismo.
    Gracias de nuevo por los articulos!

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