«¡Pues claro que el equipo de buceo es para el agua! Para bucear … ¿para qué va a ser, si no?«
Éste -o uno similar- sería el comentario tipo que suscitaría el cuasi pleonasmo del título de este artículo. Sin embargo y aunque es evidente que todo equipo de buceo es para bucear, el Autor frecuentemente se sorprende observando cómo compañeros y todo tipo de buceadores condicionan lo que llevan debajo del agua a determinadas circunstancias contingentes fuera de ella, creando disfuncionalidades, a veces relevantes.
Prolegómeno a modo de declaración de principios
Debiera estar claro para todo buceador que en todo tipo de buceo conviene MUCHO seguir un principio de simplicidad y economía. Es decir, llevar únicamente lo que se necesita y, cuanto menos, mejor.
Ello evita complicaciones innecesarias en la resolución de problemas y minora los incidentes causados por elementos accesorios que son potenciales puntos de fallo y problemas. El contraejemplo sería el conocido paradigma del «árbol de Navidad», ilustrado caricaturescamente por la anterior viñeta que representa a un buceador que se va a matar sólo, liándose con todo lo que lleva, aunque no entre en el agua.
De todas formas, las razones de porqué ocurre esto se abordarán en un próximo artículo.
El problema
¿Qué pensaría el lector si se encontrara a un individuo subiendo unos riscos en medio del monte que, en vez de llevar botas de montaña, llevara unas pantuflas argumentando que éstas le son más cómodas antes de salir de casa?
Pues, salvando la exageración ilustrativa, este tipo de cosas sucede continuamente en el mundo del buceo por inadvertido que se nos pase, ya que hemos normalizado muchas de ellas a base de repetirlas.
De esta manera, en una inmersión frecuentemente se lleva cierto equipamiento supeditado a la comodidad o a otras circunstancias que se dan antes de la inmersión (a veces casi imaginarias como luego se verá) y que está lejos de ser el adecuado.
De las muchas disfuncionalidades que se pueden observar habitualmente en los equipos de buceo que se utilizan, en este artículo nos referiremos exclusivamente a aquellas derivadas de la creencia de que lo que sucede en superficie debe ser priorizado a lo que sucede en la inmersión. ¿Que no es así? Pues sorprenderá que hay más de una, a pesar de los pocos elementos que suele tener un equipamiento recreativo.
Vamos a analizar algunas de ellas.
La botella
Son innumerables las veces que el que esto escribe habrá preguntado a personas de complexión normal que comentan haber regresado de la inmersión con una cantidad de gas manifiestamente insuficiente sobre la razón de no haber utilizado botellas de 15 ó 18 litros en vez de botellas de 12 ó 15 l, obteniendo casi siempre la misma respuesta: «porque una botella más grande pesa mucho y es más incómoda«. ¿Pesa mucho? ¿dónde? … ¿en el barco? ¿en el agua? ¿en casa?…
Si fuera en el agua, ya se ha analizado en una anterior entrada que la flotabilidad de una botella de 15 l puede ser mayor que una de 10 l y requerir menos lastre. Pero, aunque no lo fuera y llevarla supusiera un par de kg más, estos no dejarían de ser kilos que restamos al cinturón de plomos. Es decir, en la inmensa mayoría de los casos, ese peso lo vamos a llevar de todas maneras (independientemente de la habitualidad de ir sobrelastrados cuan submarino nuclear y de la proporción entre lastres fijo y zafable que abordaremos con todo detalle en un próximo artículo). Y entonces, ¿qué preferimos? … ¿llevarlo en forma de plomo o llevarlo en forma de botella con más aire respirable? Pues, al parecer, se prefieren los plomos.
Pareciera a veces que tiarrones como armarios disfrutaran evidenciando lo poco que consumen llevando botellas de 12 l e, incluso, de 10 litros. Esto es especialmente frecuente en instructores. Frecuente y grave en este caso habida cuenta de la posibilidad de tener que donar a alumnos que no controlan todavía su consumo. Más de una vez (y de dos, y de tres ….) el Autor ha tenido que auxiliar a un grupo en el que faltaba aire.
Pero es que, además, si se observan las burbujas que exhalan debajo del agua muchos buceadores que portan botellas de pequeña capacidad, se comprobará que van haciendo sistemáticas apneas para consumir menos. Y esto no es solamente un problema de cantidad de gas consumido, sino que representa más producción de CO2 y, como consecuencia, respiración más ineficiente, más estrés, más narcosis, hipercapnia, etcétera. No tiene ningún sentido.
Respecto de la exhibición del poco consumo que se tiene como presunta muestra de «experiencia» y de bucear bien, también es frecuente ver a quienes portan botellas de 18 litros dando explicaciones de que lo hacen porque consumen mucho, a veces con cierto pudor por tener que confesar semejante «defecto».
Por otro lado, se puede entender que se tenga en cuenta el peso de una botella si se ha de portear a hombros en una distancia larga y en zonas complicadas. Y aún así sería raro que se pudiera justificar llevar menos gas en la inmersión por esta causa. Lo que no se puede entender es que el peso en seco de una botella pueda ser un problema en una inmersión normal desde barco. ¿Manipular una botella de más peso para montar el equipo o tener que desplazarse con ella escasamente metro y medio desde el asiento hasta el flotador de la Zodiac para tirarse al agua puede ser un problema tan grande que se prefiera llevar menos aire en la inmersión? ¿De verdad?
Cierto es que hay tamaños de botella desproporcionados para la longitud de la espalda de algunos buceadores. Una buceadora media de 1,63 m de altura difícilmente se acoplará a botellas de 18 litros (aunque difícilmente la necesitará). Esto es entendible. Pero también hay que mencionar la posición habitualmente baja en la que se suelen colocar las botellas en el ámbito recreativo que, entre otras cosas, impiden llegar a la grifería con la mano sin quitarse el equipo (asunto ya tratado en una entrada anterior). Si las botellas se colocaran más altas, a muchos no molestaría llevar una botella más grande. Por ello, las quejas habituales de buceadores respecto a las botellas de 15 litros suelen carecer de fundamento, salvo en los de complexión extremadamente pequeña.
Finalmente, es curioso observar cómo personas que se quejan si tienen que cambiar a una botella de 15 l desde una de 12 l, adoptan sin problemas una S80 de aluminio (de longitud similar al 15 e, incluso, de peso aproximado) cuando viajan a destinos de buceo en los que se utilizan sólo este tipo de botellas.
Y, al final, … ¿por qué no bucear CON GAS DE SOBRA? ¿Por qué no poder respirar holgadamente sin hacer apneas? ¿Por qué no ir tranquilo sabiendo que se lleva suficiente gas ante cualquier eventualidad? ¿Es que el precio del aire está por las nubes? ¿Hay que anteponer una presunta comodidad a la holgura en la cantidad de gas que se lleva? ¿Es que hay algo que pueda ser más tranquilizador debajo del agua que llevar mucho gas para respirar?
El traje
El Autor bucea siempre con traje seco. Hasta en verano. Ello no es por su conocida fobia al agua que le lleva a ducharse sólo en contadas ocasiones para espanto del resto de la Humanidad, sino por el tipo de buceo que hace. Pero lo que aquí interesa es el comentario que inevitablemente tiene que soportar en verano casi en cada salida: «oye … ¿pero no pasas mucho calor con ese traje?«. Pues no. Es una ventaja de los trilaminados cuando debajo se lleva poca cosa y cuando ya se ha porteado y preparado el equipo cómodamente antes de ponérselo (ver la entrada «Equipamiento: CONDICIONES GENERALES«). Curiosamente esto lo suele preguntar sudando la gota gorda al sol alguien con un neopreno de 5 mm, aunque también lo inquiere gente con shorty o trajes viejos de espesor olvidado.
Pero, aunque se pasara calor, … ¿¿y qué?? Lo importante es que, en la misma inmersión, el compañero del neopreno -y no digamos el del shorty– «se pela» de frío y el que esto escribe permanece confortable a cualquier profundidad, además de otras ventajas.
Parecería que es difícil de entender que la ÚNICA función del traje es proteger del frío durante la inmersión. Debe ser difícil hasta el punto de que ya casi todo el mundo asume que pasar frío es parte del buceo. El Autor tiene un queridísimo compañero al que tardó años en convencer para desprenderse de un costroso shorty después de pasarse lustros -literalmente-, buceando aterido de frío. Lo único entonces realmente impermeable era la resistencia al cambio.
Además, con tanto temor que existe a la enfermedad descompresiva, se debiera tener en cuenta que precisamente el frío es uno de los factores más importantes en su aparición.
Esto no debiera ser así, ni tiene porqué, aunque parece ser que mucha gente insiste en llevar algo más cómodo en superficie que no cumpla su función totalmente debajo del agua. Es curioso.
Las aletas
Sí, querido lector … estas cosas pasan a veces hasta con las aletas.
En la siguiente imagen se puede ver un modelo comercializado pensado específicamente para poder andar con ellas. Es decir, se condiciona y complica hasta el paroxismo un elemento que debería ser lo más sencillo y fiable posible … para andar «cómodamente» hasta la orilla.
Y, aunque se puede argumentar que, aunque real, es un ejemplo exagerado y poco frecuente, el hecho es que existen y se comercializan, por lo que hay que suponer que tienen su público, lo cual es prueba de la existencia del pensamiento que aquí se critica y que es aprovechado por la industria para «desarrollar» nuevos e innecesarios productos.
Pero no hace falta acudir a este tipo de esperpentos. A mucha menor escala, basta con reparar en que muchísimos buceadores recreativos -y no recreativos- llevan aletas con enganches de plástico de palanca con el único objeto de poder ponerse y quitarse las aletas con más comodidad que con unas correas o muelles normales (cosa que, además, en el caso de los muelles no es cierto). ¿Cuántos enganches de ese tipo se han visto rotos, sueltos por el suelo o aletas sin ellos? Es decir, asumimos una complicación y un punto de fallo innecesario por lo que creemos una comodidad fuera del agua que dura escasos segundos. No es que esto sea muy relevante, pero ilustra lo que se dice.
Elementos colgantes de todo tipo
Uno de los mejores buceadores con el que el Autor ha tenido el honor y placer de bucear lleva un gigantesco mosquetón colgando de uno de los enganches del arnés de su ala. Preguntado el porqué, la respuesta fue inaudita: lo lleva para, terminada la inmersión, poder colgar de él las aletas. ¿De verdad? ¿Se lleva un mosquetón de los que en la jerga de buceo en cuevas se denomina como «del suicidio» (porque los hilos de Ariadna se enganchan fácilmente en ellos pudiendo ocasionar graves accidentes) de un tamaño mayor que una mano durante toda la inmersión, contraviniendo el principio de simplicidad para colgarse las aletas de él una vez se está ya fuera del agua? ¿esto es en serio? Pues eso parece. Paradojas que se dan incluso en un buceador con un conocimiento y experiencia verdaderamente excepcionales, si bien consta que se cuida de aquilatar su equipo en entornos verdaderamente exigentes.
Corolario atónito
Al igual que todo el mundo puede entender y asume que llevar puesto un equipo de esquí es una incomodidad y una tortura fuera de las pistas pero que, cuando uno se lanza por la pendiente, todo cobra sentido, tendría que hacerse lo mismo en el buceo:
todo tiene que cobrar sentido debajo del agua y todo tiene que estar supeditado a lo que allí se necesita y ocurre. Las incomodidades en superficie de lo que realmente se necesita en la inmersión debieran ser totalmente secundarias.
Casi todo lo anteriormente descrito en el artículo es perdonable en buceo recreativo (no así en el técnico) en distintos grados. Con una excepción: el tamaño de la botella.
El Autor no se puede explicar una racanería que obliga a ir haciendo apneas, a renunciar a un gas que puede resultar necesario para uno o para el compañero en circunstancias imprevistas o que impide hacer la parada habitual en caso de subir donando. O simplemente que obliga a renunciar al confort y la tranquilidad psicológica de saberse con gas de sobra. Todo por ahorrase una supuesta incomodidad en superficie, frecuentemente durante unos momentos, aunque ronda la sospecha de que dicha cicatería es facilitada y animada muchas veces por los centros de buceo para que la gente no se extienda en el tiempo de inmersión.
¡Qué cosas!, ¿no?
Resumen: visteme despacio que tengo prisa ….
Ese resumen sería más bien el del artículo «Como pollos sin cabeza: EQUIPAMIENTO Y COMPROBACIÓN DEL MATERIAL – Primera parte: CONDICIONES GENERALES»
En este creo yo que pegaría más: «Ni en invierno ni en verano dejes en casa el sayo».
Coño, y no nombras el colmo de la inutilidad debajo del agua?
El culote!!!!
La verdad es que lo pensé. Pero decidí no incluirlo para centrarme en aquellas partes del equipo que el buceador tipo puede escoger.
El culote viene dado por necesidades del centro casi en su totalidad.
Pero acepto la crítica. Sí, quizá me equivoqué y debiera haber dicho algo al respecto.
Consideraré incluirlo.
Gracias por el comentario y la aportación.
G.
no era una crítica, más bien un comentario jocoso, porque es lo primero que los «buceadores técnicos» piensan como el anticristo. Es cierto que en monobotella no hay ni un centro que se libre de la red y el culote. Incluso si la botella es tuya es probable que te miren mal si tienen que cargar una botella sin culote, pero sirve muy bien como elemento ilustrativo de algo que encima del agua tiene una utilidad evidente y en el agua sólo sirve como fuente de enganches.
Lo acepto como aportación y la agradezco. Como agradezco las críticas razonadas y aborrezco las críticas vacías.
Efectivamente, el culote no sirva absolutamente para nada dentro del agua pero en recreativo están perfectamente justificadas en mi opinión. ¿Se podría alguien imaginar un centro con botellas de acero sin culote? Sería inmanejable.
Cuestión distinta es el técnico. El buceador técnico que pretende que se puedan trasladar todos los criterios de su buceo al recreativo directamente, se equivoca. Porque hay circunstancias no comparables muchas veces.
Gracias de nuevo por los comentarios.
G.