
Índice de contenido
El término «buceo autónomo» se refiere a un tipo de buceo en el que no existe necesidad de suministro de gas desde la superficie, en oposición al buzo tradicional con casco que lo recibía a través de un umbilical desde el barco de apoyo. Por tanto, cualquiera que se sumerja con una botella, un regulador en la boca y esté vivo, es formalmente un buceador autónomo.
Pero, hete aquí que quizá se esté calificando como buceador autónomo a alguien que no sea capaz de casi nada más que inhalar y exhalar, dependiendo de otros y estando muy lejos de lograr la mínima autonomía necesaria, no sólo para respirar debajo del agua, sino PARA BUCEAR, que no es exactamente lo mismo.
De la contradicción entre estos dos términos tratará el artículo.

¿En qué consiste la autonomía buceando?
Como en este blog se intenta ser riguroso, procede definir qué es bucear con autonomía y, de ello, derivar lo que se requiere para ello.
La R.A.E. define autonomía como:
- 1. Facultad de la persona o la entidad que puede obrar según su criterio, con independencia de la opinión o el deseo de otros.
De esta definición hay que extraer los dos conceptos claves: PODER OBRAR y CRITERIO PROPIO. Si el criterio es propio, la independencia se sigue de ello. No es poco.
Sin técnica, sin control y sin un mínimo desempeño no se puede elegir hacer tal o cuál cosa, simplemente porque no se sabe ni se puede hacer. No está al alcance del buceador.
El criterio lleva aparejado raciocinio y un conocimiento mínimo. Tomar una decisión gratuita, al tuntún, o sobre algo que desconocemos totalmente, no es hacerlo con criterio.
Por tanto, se podrá estar debajo del agua respirando, pero ¿qué sería lo mínimo para merecer la calificación de «autónomo»? Empecemos fabulando un poco.
Imagine el lector al buceador de la fotografía que encabeza este artículo. Va de la mano de un instructor o de un compañero más avanzado.
Obviamente no es capaz de controlar ni su flotabilidad, ni su nado. No demuestra una mínima técnica de aleteo y, por tanto, una mínima eficiencia en el esfuerzo. No parece probable que sepa calcular ni que controle su consumo de gas. Quizá ni se acuerde de que lleva un manómetro.
Pero aún más. ¿Es verosímil que se pudiera orientar en caso de quedarse solo? No parece. Ante un incidente ¿mantendría la calma o entraría en pánico saliendo disparado y sin control a superficie? ¿Qué pasaría en caso de encontrarse con una corriente fuerte que impidiera volver al punto de partida? ¿sería capaz de lanzar la boya deco que lleva en el bolsillo con una mínima seguridad? ¿Controlaría su Límite de No Descompresión evitando «entrar en deco»? Y, si perdiera las referencias visuales ¿mantendría su profundidad estable y realizaría un ascenso controlado? Por último, ¿sería capaz de ayudar a su compañero más allá de portar gas que aquél pudiera utilizar?
Pudiérase objetar a la descripción anterior que el buceador de la foto es obviamente muy novato. Quizá sea una de sus primeras inmersiones. Incluso quizá se trate de un bautizo de mar. Y tiene todo el sentido la objeción porque con esta evidente exageración sólo se trata de ilustrar una idea.
Lo malo es que situaciones parecidas se ven habitualmente aun sin llegar al nivel de este ejemplo magnificado. Y es que este buceador al final de su curso básico seguramente no irá de la mano de su instructor, pero seguirá siendo totalmente incapaz de hacer muchas de las cosas que se han descrito. Y lo será durante mucho tiempo, quizá siempre.
Todas estas cuestiones y muchas otras dan una idea de lo que se quiere decir respecto a la primera condición de la autonomía, que es SABER HACER PARA PODER HACER Y ELEGIR. Y ahora viene lo más difícil: el CRITERIO, cuyas bases son racionales y emocionales, a partes iguales.
Hay que tener conocimiento y experiencia (pero de la de verdad, no una simple repetición del mismo error durante mucho tiempo) porque no basta con «bucear mucho» solamente. En ese saco metemos también (más) formación reglada, reflexión sobre lo que se hace y cómo se hace, el conocimiento, la variabilidad de condiciones (no repeticiones infinitas en las mismas circunstancias), las conclusiones de cada inmersión y de los incidentes o avatares que se tienen, el procesamiento y consiguiente aprendizaje posterior, etc. Un fenómeno mucho más complejo que el consabido número de inmersiones al que ya hemos dedicado un artículo entero en este blog.
Y todo ello, idealmente y siempre que se pueda, bajo la dirección o supervisión de alguien que sepa mucho más (cosa que tampoco es sencilla encontrar como se describió en otro pasado artículo). El autodidactismo podrá ser en algunos casos muy meritorio, pero siempre es tremendamente ineficiente. Siempre. El buceador hecho a sí mismo, con gran probabilidad acabará descubriendo con el tiempo que está mal hecho, si es mínimamente perspicaz.
La semilla del problema
Se adelantará que éste no es un problema que únicamente ataña a la formación sino que es general, como luego se verá.
Como se ha repetido innumerables veces en este blog, la actual manera de organizar la enseñanza del buceo recreativo ha tenido la virtud de popularizar la actividad hasta límites antes impensables, con un clarísimo y muy lícito objetivo económico, mediante -y es lo que realmente importa- una simplificación y reducción la formación hasta conseguir mínimos de tiempo, costo y esfuerzo por parte del alumno. Éste ha sido y es su procedimiento, perfectamente aceptable si no se confundiera lo que realmente es una formación turístico-recreativa, con una formación real y razonablemente definitiva.

En este contexto turístico-recreativo, el buceador tipo objetivo de las organizaciones de enseñanza recreativas es un buceador cuyas inmersiones siempre se producen organizadas por centros de buceo, normalmente en verano y siempre en grupos guiados y supervisados por un divemaster o un instructor. Es decir, este buceador siempre va en un grupo en el que las decisiones las toma quien lo dirige. Todas. El cliente se suele restringir a marcar sus consabidos cien o cincuenta bares de su botella, como mucho, para que el guía gestione el gas del grupo. Y cuanto más numeroso es el conjunto, más se acentúa el liderazgo del divemaster o del instructor.
Además, estadísticamente son buceadores de muy pocas inmersiones al año, casi exclusivamente en verano. A pesar de opcionales, multicolores e infinitos «cursos» posteriores a los de iniciación -o especialidades, «pruebas de aventura» o llámese como que se quiera-, la realidad es que ni siquiera en los cursos «avanzados» se dota al alumno de habilidades que le permitan bucear por su cuenta con solvencia. Todo se confía a la práctica posterior. A la «experiencia».
Ésta es la semilla del problema, en gran medida, aunque ni su única causa, ni su único escenario, como veremos.
Un ejemplo ilustrativo: la boya deco
Como ejemplo de la supeditación de las necesidades del buceador a los sistemas exprés de formación básica, vamos a tomar el aprendizaje del lanzamiento de la boya deco.
Antes, es necesario recordar que, al menos en España (lugar desde donde se escribe este blog), hasta la entrada en vigor de la actual ley que regula la seguridad del buceo (RD 550/2020), la boya deco no era obligatoria. Con esta nueva ley, llevarla se convirtió en requisito obligatorio para todo buceador. La palabra «llevarla» es importante, ahora veremos porqué.
Hay que recordar también que el lanzamiento de la boya deco -maniobra de seguridad de importancia crítica ya que estamos hablando de una modalidad de buceo fundamentada en la posibilidad de salir en todo momento y circunstancia a superficie y que ha sido tratada en anteriores artículos– no es cuestión baladí y puede complicarse. Tampoco es difícil, pero hay que aprenderlo y practicarlo. Y requiere su tiempo. De hecho, no es raro encontrar a buceadores con incluso cientos de inmersiones a sus espaldas que tienen dificultades para lanzarla.
Pues bien, resulta que en la mayoría de cursos de OWD que se imparten, el instructor se limita a hacer una «demostración» a los alumnos de cómo se lanza, casi siempre de rodillas en el fondo. Y ya está. El alumno no tiene sino que mirar. La boya obligatoria que debiera llevar permanecerá sin salir de su bolsillo, cumpliendo la ley, porque lo obligatorio en su literalidad es llevarla, no saber usarla ni desplegarla cuando proceda. Ya lo hará el divemaster si hace falta.
Como quiera que el aprendizaje requerido para desplegarla correctamente y con seguridad en cualquier circunstancia exige no sólo tiempo, sino también unos mínimos de flotabilidad y desempeño que también se tardan en adquirir y que están fuera de las posibilidades de la formación básica OWD tal como están planteados, pues tenemos al día siguiente a la finalización del curso a un buceador que puede legalmente -aunque no se le RECOMIENDE y no deba- bucear con otro igual que él en cualquier circunstancia y condición, pero que no sabe manejar un elemento de seguridad tan importante como éste. Y así con muchos otros aspectos fundamentales.
Y aunque pueda ocurrir que nuestro novato se caiga del caballo, tenga una revelación divina y corra a buscar más formación y a bucear febrilmente, lo normal es que ese buceador siga haciendo sus inmersiones en centros, en grupo y siempre tutelado por un divemaster o por un instructor. Si hace pocas cada temporada, estará siempre «empezando» y su dependencia de este sistema será total. Y así seguirá años, quizá durante toda su trayectoria en el buceo nunca llegando a tener una mínima autonomía porque, simplemente, no la necesita. Se ha convertido en un buzo-dependiente.
Todos hemos pasado por ello y conocemos a mucha gente que encajaría en esta descripción. Muchísima, si lo pensamos un momento. Y, en tal caso, ¿se puede hablar de un buceador autónomo en el sentido de no dependencia de otros? Obviamente, no.
Pero, aunque ésta sea la semilla del problema, no es el problema. Es mucho más general y prolongado en el tiempo.
La dependencia del buceador avanzado
Como se ha dicho al principio de este artículo, este fenómeno de dependencia no es exclusivo ni de la enseñanza, ni del buceador novel que bucea siempre en grupo sino que también sucede en grupos de buceadores avanzados -incluso muy avanzados- que suelen hacer inmersiones juntos. Esto procede de la denominada «dinámica de grupo» a la que dedicaremos próximos artículos en este blog y ante la que casi nadie es inmune.
Si un componente del grupo habitual es el que siempre dirige o toma determinadas decisiones, se produce un fenómeno de sumisión por parte del resto al no necesitar hacerlo por sí mismos.
Cuando esta actitud se prolonga en el tiempo, aún teniendo las herramientas suficientes, al final el «buceador-seguidor» acaba perdiendo sus habilidades de autonomía -si es que alguna vez las tuvo- y, si le dejaran sólo, probablemente no sería capaz de bucear de manera segura incluso en el mismo sitio en donde un día antes buceó con su grupo.
Cuidados paliativos y soluciones
La manera de resolver esto debería proceder del propio buceador pero, sobre todo, de los instructores encargados teóricamente de su formación, si tuvieran el tiempo y los recursos necesarios. Al menos deberían exponerle el problema, esto es, la necesidad de lograr autonomía y los procedimientos para ello.
La solución tiene dos requisitos evidentes: la mejora de la formación y su puesta en práctica.
La mejora de la formación
Es obvio que si no se tienen los conocimientos o habilidades suficientes como para -por ejemplo- calcular un consumo o la flotabilidad necesaria para hacer un ascenso fuera de la proximidad de una pared (PODER HACER), no se podrán tomar decisiones sobre ello.
Por ello, el buceador primero deberá dotarse de dichos conocimientos y habilidades necesarios que no se le hayan enseñado en lo cursado hasta ese momento o que no haya aprendido por su cuenta.
Si se tratara de los cursos de iniciación, esto obviamente requeriría cursos distintos a los actuales en los que existiera el objetivo de que los alumnos no fueran meros seguidores, a modo de cardumen, que solo hacen lo que se les dice. Para ello no hay tiempo, pero además es que tampoco parece un objetivo de las certificadoras. Y diríase que en ninguno de sus niveles. ¿Objetivo o minimización del tiempo-costo-esfuerzo? Juzgue el lector si primero fue el huevo o la gallina.
En cualquier caso, el buceador deberá mejorar su formación, a ser posible de manera reglada y bajo la dirección de un buen formador y, si no se puede por la razón que sea, por el esforzado e ineficiente método del autodidactismo repetitivo.
La práctica: forzando situaciones didácticamente
Supongamos que un grupo sale a bucear en una determinada zona. El instructor, el buceador más avanzado o el líder en la primera inmersión guía al grupo para que adquiera confianza y descubra dónde está buceando. Pero en la siguiente debiera instar a uno de los buceadores a que dirigiera él la inmersión, idealmente de manera total o, al menos, en un determinado aspecto como, por ejemplo, la orientación o el consumo de gas suyo y de sus compañeros.
Y no sólo basta que el más versado pregunte en una determinada situación sobre una decisión concreta a tomar -el rumbo, por ejemplo-, sino que debiera dejar que otro asuma la responsabilidad completa de la toma de decisiones, interviniendo únicamente si éstas empezaran a resultar peligrosas o irreversibles.
De esta manera, este buceador se verá impelido ante sus compañeros a hacer y elegir por sí mismo con la responsabilidad de liderar todo el grupo, entrenándose en lo que en el futuro acabará siendo su propia autonomía real. Y es que también hay que aprender y entrenar la toma de decisiones.
Cuando el que dirige la inmersión no se sienta muy seguro, tenderá a tomar elecciones muy conservadoras: volver con demasiado gas, guiar por sitios conocidos, realizar ascensos con referencias visuales siempre, etc. Esto tiene el problema de que no se entrenarán nuevas situaciones y, por tanto, nuevas habilidades.
Por ello, el grupo debe programar sensatamente acciones que, incluso estando por encima del rango de confort de quien dirija, se tengan que ejecutar. (A la llamada «zona de confort» dedicaremos un próximo artículo, porque no es oro todo lo que reluce).
Un ejemplo de esto sería hacer un ascenso «en el azul» sin referencias visuales teniendo la alternativa de hacerlo por una pared. Quizá el que en ese momento dirija la inmersión no esté acostumbrado a hacerlo o no se sienta muy seguro de sus habilidades y le ocasione gran incomodidad e incertidumbre, pero la programación de esa inmersión y la presión del grupo le obligarán a superarlo y a intentarlo con el respaldo adecuado.
Probablemente el resultado sea que se dé cuenta que tiene que mejorar ciertas habilidades necesarias como su flotabilidad y estabilidad en esa circunstancia. Es decir, practicará algo que, sin esa «obligación», tendería a no realizar nunca.
Corolario
Durante una inmersión, la delegación sistemática de la toma de decisiones de un buceador en otros más diestros o avanzados es un fenómeno general y, en cierta manera, natural pero que se debiera combatir.
Esta carencia se apoya en la tendencia a dejarse llevar por otros antes que tener que salir de la zona de confort, independientemente del nivel.
Para resolverla lo primero que hay que hacer es ser consciente de ella para posteriormente vencer con ayuda del grupo el temor o la incertidumbre que nos condiciona, introduciéndonos en terrenos que no controlamos totalmente. De manera segura, eso sí.
En otras palabras, es imprescindible que en todo grupo haya una alternancia en la dirección o liderazgo de las inmersiones. Hoy dirijo yo la inmersión … mañana la diriges tú. En todos los aspectos de la misma.
Acabaremos como empezamos: la dependencia del buceador autónomo es una contradicción en sí misma. Un oxímoron. Una paradoja que no debiera existir fuera de un curso.
Desde luego hay una responsabilidad en el buceador, como dices. Uno debe darse cuenta de en qué necesita mejorar y poner los medios para ello. El que no lo hace, o es un majadero (poco frecuente pero no imposible) o simplemente se conforma con mantenerse en su nivel actual. Aunque para ser realmente autónomo hay que atreverse a salirse del camino marcado por la industria, lo que no siempre es fácil.
El buceo autónomo no se refiere a poder decidir cómo realizar una inmersión. Ni siquiera se refiere a ser independiente a la hora de la inmersión. Tampoco se refiere a ser el líder de una inmersión. El buceo autónomo nace de la posibilidad de bucear con un equipo para respirar bajo el agua, sin depender de una manguera que suministre el aire desde la superficie.
O sea, exactamente lo que se dice al comienzo del artículo.
Un saludo.
Muy acertado el artículo. Sería fenomenal que los guías propusieran a los grupos que lancen las boyas una vez terminada la parada de seguridad, digo terminada, porque en cuanto se suelten del cabo y realicen el lanzamiento muchos «harán boyas». Solo con eso se detectarían muchas carencias propias por parte de los buceadores y se estimularía además que hay que practicar las cosas para poder hacerlas con un mínimo de destreza cuando sea necesario.
Muchas gracias por el blog y los artículos.
Buen azul a todos.
Llevamos mi pareja y yo ya un tiempo intentando localizar centros o clubs que fomenten este tipo de buceo ya que nos hemos sentido exactamente igual a lo que pintas tras sacarnos diferentes flamantes certificaciones y en ninguna de ellas nos han dotado de la capacidad de bucear autónomamente, cómo vas a planificar una inmersión si la mayoría de las veces descubres el spot en el briefing 5 minutos antes de saltar al agua?
El otro mantra, bucear y bucear y bucear para consolidar los errores?? Claro que se aprende a base de boyazos!
Este año hemos descubierto el ESM en Rivermar y tenemos la sensación de haber empezado a ver la luz,
Sergi de Rivemar es un excelente instructor de UTD. Os enseñará muy bien.
Saludadle de mi parte.
Excelente aportación.
Mi certificación OWD es apenas de junio de 2022, y en estos meses que he ido adquiriendo equipo y buceando (apenas tres veces) en distintos centros, veo esa contradicción: nos hacen dependientes, cuando teóricamente tenemos la capacidad para preparar y realizar una inmersión con un compañero.
No queda más que tener una gran iniciativa para repasar habilidades que se sabe perfectamente que aún no están dominadas, y forzar a los divemasters y guías a que le ayuden a a uno a crecer.
Aunque debo reconocer que los guías que me han tocado responden con entusiasmo, y con paciencia transmiten sus conocimientos y experiencia.
Comparto plenamente esos puntos de vista. La industria del buceo marca las pautas de entrenamiento, viajes, y equipamiento, y, como bien lo indicas, es la que elige que perfil de buceadores es el que recibe mayor atención, en este caso concreto el buceador turístico, ya que es el sector que mayores ingresos le proporciona.
La enorme estratificación de la enseñanza no es un problema en si mismo. Ha permitido y permite que a nuestro deporte se hayan sumado y se sumen un gran número de participantes que no lo harían, o que lo abandonarían rápidamente, si las exigencias fueran mayores o los cursos más prolongados y costosos.
Quienes nos quejamos a menudo de la baja formación que gran parte de los buceadores posee, nos estamos olvidando justamente de esa diferencia que bien marcas entre los turistas del buceo y lo que podríamos denominar los buceadores de alma.
Para estos últimos, los de alma, es importante comprender que la industria del buceo y la actividad del. U el en si misma son dos cosas muy diferentes. No critico a la industria, critico a los que piensan que la industria es el buceo. A quienes se rigen exclusivamente por los planes de negocio de ella.
La industria del buceo tiene sus planes y sus estrategias, me queda muy claro el asunto, yo soy un mercader, soy parte de esa industria. Pero los buceadores, los de alma, no podemos quedarnos a merced de los mercaderes. Para progresar, para profundizar en nuestros conocimientos y llevar nuestra práctica más allá, debemos encararla con mayor seriedad, con mayor esfuerzo y con mayor variedad de lo que la industria nos marca.
Esa es la única manera de convertirnos realmente en buceadores autónomos. Autónomos dentro. Fuera del agua.