La compensación de los oídos supone la mayoría de las patologías que se producen en esta actividad y es el primer obstáculo con el que se enfrenta quien se inicia en ella.
La acción de compensar es mucho más compleja de lo que se enseña en los cursos básicos. En ellos no hay tiempo para algo más que pinzarse la nariz, cerrar la boca y soplar.
Posteriormente, un catálogo de maniobras nada claras disuaden al buceador de profundizar en esta cuestión, conformándose con lo aprendido, quizá para siempre. Y, sin embargo, merece la pena sumergirse en esta complejidad.
Esta primera parte se enfoca hacia los buceadores recreativos tipo, abordándose aspectos generales muchas veces más importantes que las propias maniobras de compensación, que serán descritas en una segunda parte.
El Primer Gran Miedo del principiante
Suele permanecer el recuerdo infantil del insoportable dolor de oídos que nos aquejaba al llegar al fondo de la piscina cuando éramos niños.
Dicho recuerdo aflora en la mente de todo aquel que todavía no se ha iniciado en el buceo y considera hacerlo, lo cual no dejaría de ser una simple anécdota si no fuera porque es la causa de que mucha gente desista de bucear sin ni siquiera intentarlo.
«Yo no puedo bucear porque a mí me duelen mucho los oídos en cuanto me sumerjo en la piscina«. Una sonrisa suele aparecer en el rostro de quien escucha, si es buceador, habida cuenta de lo sencillísimo que sabe es evitar ese problema. Algunas indicaciones y en segundos desaparecerá el impedimento para siempre, al menos con carácter general. Porque hacerlo bien es otra historia.
¿ Compensar, igualar, equilibrar … o ecualizar ?
Empezaremos con un detalle lingüístico. Se suele escuchar la palabra «ecualizar» para describir este fenómeno porque parece más … ¿culto? Pues es todo lo contrario, porque en realidad es una torpe importación directa del inglés «equal«.
Todo esto procede del latín aequalis, transformado en la forma vulgar equalis, que en inglés se incorporó como equal (to equalize – equalization) y en castellano como igual (igualar – igualamiento) .
Así pues, en castellano o español se dice igualar, no ecualizar, adaptación del anglicismo importado y lamentablemente aceptado por la RAE únicamente para un uso concreto en un área técnica específica (1).
Así que, a partir de ahora, aquí se empleará cualquiera de los verbos aludidos pero descartando ecualizar (al menos hasta que Santa RAE lo bendiga, continuando con su aplaudido sometimiento a la colonización del idioma).
Fisiología muy simplificada
Afortunadamente para el bienestar de la Humanidad, el Autor no es médico. Sin embargo, no hace falta serlo para maravillarse con la extrema complejidad que tiene el oído del ser humano. Por ello, no entraremos en esta cuestión como hacen muchos otros autores cuyos artículos sobre compensación empiezan con una suerte de extenuante lección fisiológica, que muchas veces disuade de proseguir en el tema a muchos lectores.
Para esta primera parte, se abordará simplificada y únicamente el conjunto formado por una sucesión de elementos rígidos y flexibles sometidos a distintas presiones, a saber: una cavidad indeformable (oído medio) separada de la presión ambiente en dos de sus extremos. A un lado, por una membrana flexible (tímpano) estanca y que únicamente se deforma de manera pasiva; y al otro por un tubo flexible también (trompa de Eustaquio (1)) que conecta el oído medio un conjunto de cavidades mayoritariamente rígidas (sistema naso-faríngeo), con la boca y con el sistema respiratorio que, a nuestros efectos, también estará sometido a la presión ambiente del gas respirado y que, cuando convenga, podrá ser incrementada al soplar voluntariamente.
Las Trompas están rodeadas de fluidos (sangre) a presión ambiente y de unos músculos que se ponen en funcionamiento al tragar y que permiten distender sus paredes, abriendo el conducto contra la presión que lo circunda.
A partir de este mecanismo simplificado, se puede entender muy fácilmente qué pasa con las presiones que hay en el interior del oído medio y cómo se compensan. En la segunda parte del artículo y a fin de explicar algunas maniobras, habrá que completar este esquema con más elementos intervinientes.
El oído medio y la trompa de Eustaquio no son los únicos lugares en los que se pueden tener problemas. La cavidad nasofaríngea está rodeada de otras cavidades conectadas por pequeños orificios a la misma que son susceptibles de obstruirse también, llamados senos. Hay que reseñar que los senos nasofaríngeos principales (que son los que siempre se consideran) no son los únicos, habiendo algunos más pequeños distribuidos prácticamente por toda la cabeza.
Por tanto, si en una situación en el que hay una diferencia de presiones y una de esas cavidades a una presión dada diferencial se obstruyera, podría producir un bloqueo muy doloroso e inhabilitante. Posteriormente se relatará un ejemplo muy ilustrativo de esta situación.
Las obstrucciones se pueden producir por muchas causas, unas coyunturales y otras relativamente permanentes. Entre las coyunturales se encontrarían las infecciones en las vías aéreas altas, fiebre de heno, alergias o la inhalación de drogas. Entre las semipermanentes estarían el fumar o un tabique nasal desviado. Éstas últimas también pueden resolverse, pero de otra manera.
Apneístas y buceadores autónomos
(¿Cabe mayor autonomía que depender únicamente de los propios pulmones y de uno mismo? Al fin y al cabo, en comparación con el apneísta, el «buceador autónomo» depende de multitud de artilugios ajenos a él, luego ¿cuál de los dos es más autónomo?)
Disquisiciones provocadas por fumar lo que no se debe aparte, lo que interesa señalar es que hay diferencias sustanciales en lo relativo a la compensación en el buceo autónomo o en la apnea. Por ello, la comparación entre ambas actividades no es siempre posible, como la mayor parte de la gente piensa.
Las situaciones son muy distintas: el buceador autónomo respira gas llenando sus pulmones continuamente a presión ambiente manteniendo su volumen, mientras que los pulmones del apneísta mantienen la presión a base de la disminución de su volumen según se desciende, hasta un punto en el que empiezan a aparecer otros fenómenos que cambian aún mas el panorama. Nada que ver.
Además, mientras el descenso del buceador autónomo suele ser en posición horizontal o erguido si es vertical, el descenso del apneísta suele ser cabeza abajo lo cual implica en determinadas maniobras de compensación tener que vencer la presión equivalente en columna de agua a la distancia entre sus oídos y su pulmón, sacando aire de éste, cuyo escaso volumen además es cada vez más mermado por la presión.
Esta diferencia hace que los apneístas que bajan más de 10-15 m no utilicen la Maniobra de Valsalva al descender, mientras que ésta sea con mucho la más habitual ─ que no necesariamente la mejor ─ para los buceadores autónomos.
La casi imposibilidad de obtener aire de sus pulmones extremadamente reducidos a profundidad hace que los apneístas dominen las maniobras de compensación con una sofisticación impensable para el buceo autónomo. Por ello, si el lector deseara profundizar en estas cuestiones, se le recomienda acudir a textos y páginas dedicadas a la apnea.
¿Para qué compensar?
Es evidente que si no se compensan las presiones exteriores e interiores, el oído sufre, pudiéndose producir lesiones graves (barotraumas), muy dolorosas e inhabilitantes, o la rotura de los tímpanos. Pero ¿cuánta diferencia de presión es un problema?
Al descender, una pequeña diferencia puede causar sangrado del tímpano y de la mucosa que recubre el oído medio (barotrauma O’Neill grado 0). Cuando la diferencia de presión alcanza los 0,35 bar (¡sólo 3,5 m de columna de agua!), empieza ha haber probabilidad de que el tímpano puede perforarse (barotrauma O’Neill grado 1); a una diferencia de presión mayor de 1 bar (10 m de columna de agua) y la perforación está casi garantizada (barotrauma O’Neill grado 2).
Al ascender, la presión ambiente disminuye y, si las trompas de Eustaquio no se abrieran y quedaran cerradas por alguna causa, la del oído medio permanecería más alta ya que el gas no podría salir. Esto no es lo normal, ya que cuando la presión en el oído medio excede la ambiente en un rango de entre 0, 015 a 0,08 bar (15-80 centímetros de columna de agua), las trompas de Eustaquio se abren y el gas excedente escapa, equilibrándose las presiones, salvo que haya algún problema.
Además de todo ello, también hay que considerar que los cambios de presión grandes y repentinos pueden causar lesiones en el oído interno.
Aunque aparentemente no pase nada …
Es importante también señalar que muchas de estas lesiones son acumulativas, de tal suerte que los buceadores profesionales o intensivos pueden llegar a sufrir problemas importantes, aun no habiendo vivido episodios de gravedad.
Esto es así porque en cada inmersión se pueden producir microtraumas subclínicos, esto es, pequeñas lesiones en el oído cuyos síntomas no son lo suficientemente relevantes para ser percibidos por el buceador como lo pueda ser una otitis, por ejemplo.
Pero que no sean relevantes ni perceptibles no quiere decir ni que no existan ni que su recurrencia no pueda deteriorar poco a poco un oído, provocando un problema con las suficientes repeticiones durante el suficiente tiempo.
Así que lo mejor es no relajarse nunca y extremar las precauciones con este asunto en cada inmersión.
No es una compensación, sino dos
Cuando se habla de compensación, se entiende implícitamente que se trata de compensación de presiones a un lado y otro del tímpano. Y como la presión aplicada sobre una superficie es producto de una fuerza con dirección (recuérdense los vectores que se enseñan de niños), resulta que la resultante a compensar puede ser una fuerza en dos direcciones opuestas: de dentro hacia afuera (en el descenso) o de fuera hacia adentro (en el ascenso). Y la cosa cambia mucho en ambos casos.
El problema en la enseñanza
Esta evidencia de las distintas situaciones es importante porque, aunque en general se menciona en los cursos básicos, parece que no se recalca lo suficiente, quizá por la parvedad del tiempo disponible, concluyendo frecuentemente la víctima ─ léase, alumno ─ que toda compensación es igual, en toda circunstancia y que, por tanto, se realiza de la misma manera.
De hecho, desde este humilde blog se sugiere a las todopoderosas certificadoras generalistas no enseñar «la compensación» como fenómeno único, sino «las dos compensaciones» para enfatizar que las situaciones durante la compresión en el descenso y la descompresión en el ascenso son completamente distintas.
Porque, al final, el discente se queda con «la Valsalva» y poco más, simplificando algo que tiene que utilizar sin dilación en sus inmersiones de curso, sin tiempo para aprender ni experimentar otra cosa. Y lo malo es que, lo poco que aprenda posteriormente, será como sus instructores le dicen que hay que hacer todo: a base de «experiencia», es decir y traducido, repitiendo lo mismo una y otra vez con problemas, dolores y lesiones hasta que aprenda si antes no se le cae al suelo una oreja por el camino. Esperemos con este artículo a contribuir a que esto no ocurra.
Así, las diferentes maniobras se mencionan o enseñan casi como un listado indiferenciado en el que parece que simplemente son opciones igualmente válidas. Y no es así. Nosotros lo haremos de otra manera en la segunda parte de este artículo.
Cuestiones previas importantes
No todas valen para todo
Existen muchas maniobras para compensar las presiones en los oídos, aunque muchas no fácilmente aplicables al buceo autónomo. Incluso hay algunas difíciles de ejecutar, que no se recomiendan a los principiantes.
También hay que decir tanto que muchas maniobras son combinaciones de otras, como que muchas veces realizamos naturalmente maniobras que nos funcionan y que no podríamos determinar si son claramente una u otra. No se preocupe el lector por esto ni se agobie por la cantidad de maniobras diferentes que se van a comentar en la segunda parte de este artículo. Lo verdaderamente importante es entender que no todas valen para lo mismo ni se pueden emplear en cualquier circunstancia.
No es igual para todos
Una vez asumido que no todas valen para lo mismo ni se pueden emplear en cualquier circunstancia, queda entender que no todas valen para todos.
Debido a las diferencias en la fisiología de cada cual, a ciertas costumbres al masticar y a otros factores, no a todos los buceadores les funcionan las mismas técnicas de manera natural.
La forma anatómica de la Trompa de Eustaquio, que discurre desde el oído a la rinofaringe formando un ángulo tiene cierta influencia. Cuanto más abierto sea éste, mejor se compensará, habiendo gente (la mayoría) con ángulos en torno a 170º que compensan muy bien, mientras que otros tiene ángulos en torno a los 120º, teniendo más dificultades e, incluso, hay gente con trompas que hacen doble ángulo que tiene verdaderas dificultades para compensar (aunque prácticamente no hay nadie que no pueda llegar a hacerlo, de una manera u otra).
Esto es importante porque cada uno deberá encontrar la más cómoda y efectiva PARA ÉL. Y, a lo peor, resulta que la óptima no es la primera ─ y única ─ que le han enseñado, por lo que se anima al lector a probar distintas opciones durante suficiente tiempo para encontrarla. No se arrepentirá, aunque deberá vencer la natural pereza de conformarse con algo que funciona «suficientemente».
¿La profundidad cuenta?
Lo que en realidad cuenta es el gradiente de presiones, esto es, la variación de presión por unidad de longitud. Lo que ocurre es que el gradiente de presiones va asociado a la profundidad.
Así, tanto entre -40 y -35 m como entre -5 m y la superficie hay en ambos casos 5 m de diferencia, equivalentes a los mismos 0,5 bar de presión, pero en el primer tramo la variación es del 10% (4,5 bar / 5 bar = 0,9 ≫ ∆ = (1 – 0,9) * 100 = 10%), mientras que en el segundo es del 33% (1 bar / 1,5 bar = 0,67 ≫ ∆ = (1 – 0,67) * 100 = 33%).
Por tanto, en los mismos 5 m de distancia pero a distinta profundidad, comparativamente tendremos una variación de presión de más del triple en un caso que en el otro y, por tanto, el comportamiento de nuestros oídos será muy distinto, debiendo compensar diferencias de presiones tres veces mayores en el tramo más somero que en el más profundo del ejemplo.
En consecuencia, hay que compensar más cuanto más cerca se esté de la superficie.
Y ¿si los oídos no compensan igual?
La compensación es un procedimiento dual, esto es, que se debe producir al mismo tiempo y de la misma forma en los dos oídos. Si ambos oídos no compensaran a la misma velocidad y la diferencia de presión entre el interior de cada uno de ellos alcanzara unos 0,07 bar (70 cm de columna de agua), las informaciones que proporcionan al cerebro uno y otro podrían entrar en conflicto, apareciendo un vértigo debido al estímulo desigual, que se denomina vértigo alternobárico.
Éste se puede producir en el descenso, en el ascenso o, incluso, ya en superficie. Pero lo más común es que se produzca en el ascenso, durante el cual las Trompas de Eustaquio se abren pasivamente dejando pasar el exceso de gas presurizado desde la cavidad del oído medio hacia la nasofaringe. Si ambas Trompas no se abrieran igual por mucosidad, irritación o cualquier otra causa que afectara sólo a una de ellas, se produciría la descompensación .
Quien esto escribe lo ha sufrido en tres ocasiones y puede afirmar que es algo extremadamente desagradable y peligroso ya que es muy probable que la situación de vértigo desemboque en un ascenso descontrolado si no se es muy consciente de lo que ocurre y se reacciona inmediata y correctamente.
Todo da vueltas perdiéndose completamente la orientación hasta el extremo que tener que concentrarse en el movimiento de las burbujas de aire que salen del regulador para saber dónde está el «arriba» y el «abajo».
En el caso de ocurrir en el ascenso, la solución al problema debería consistir en descender un poco y compensar para igualar la presión del oído con menos presión.
También hay quien, manteniendo la cota, presiona con el dedo y con fuerza el tragus, (es decir, el pequeño pliegue cartilaginoso que presionamos cuando no queremos oír el reguetón a todo volumen del vecino), comprimiendo el agua entre él y el tímpano, aumentando la presión del oído afectado y forzando la apretura de su Trompa. Por último, también hay quien recomienda seguir ascendiendo para forzar a que se abra la Trompa cerrada. Ninguna de estas dos últimas soluciones le parecen al Autor una buena idea, al menos como primera opción, porque, de no conseguirlo, el problema se agravará.
El riesgo serio no es al bajar, sino al subir
Algo que el buceador recreativo suele ignorar por completo es que los problemas verdaderamente serios de la compensación no aparecen al bajar, sino al subir.
La frecuencia de los incidentes al descender junto con la infrecuencia de los mismos al ascender, propician esta percepción.
Pero, por poco habitual que sea, el problema sigue ahí, siendo algo que todo el mundo debería tener muy claro, tanto para tomar las medidas preventivas oportunas, como para saber qué hacer si ocurriera.
La razón es muy sencilla: si no se puede compensar al bajar, la inmersión se ve naturalmente abortada por el dolor que se sufre en los oídos. Si el buceador ha detenido su descenso al comenzar el dolor y todavía no se ha destrozado el oído, que tenga que abortar el buceo del día es todo lo que le puede pasar.
Sin embargo, al finalizar la inmersión y ya en el ascenso, un bloqueo irresuelto en los oídos puede impedirle proseguir hacia la superficie o provocarle una situación en la que pierda totalmente el control. Este último caso y dado que obviamente el gas es limitado, no poder seguir ascendiendo por un bloqueo en el oído es una situación potencialmente grave.
Para ilustrar esta cuestión, se mencionará que en una cueva hace ya varios años uno de los compañeros de quien esto escribe sufrió un bloqueo en uno de los senos que hay en la cabeza. Sometido a un dolor que él mismo describió como el más horrible que había sufrido en su vida, se tardó cerca de 45 minutos en lograr que ascendiera menos de diez metros. Afortunadamente y dada la naturaleza de la inmersión, se disponía de gas de sobra, no siendo esto un problema ─ al revés de lo que sucedería en una situación típica de buceo recreativo con monobotella ─.
Lo que (casi) nadie hace
La relajación
La relajación es importantísima al realizar cualquier maniobra de compensación y con frecuencia se pasa por alto. Ello es porque el paladar blando se eleva cuando se está estresado, dificultando u obstruyendo el aire hacia las trompas de Eustaquio.
Estando agitado o tenso, la compensación se vuelve más difícil y, a veces imposible, lo cual es una de las causas de las dificultades iniciales de los novatos. Claro que, pedir relajación a un novato es como arar en el agua, así que éste deberá sobrellevar esta pequeña dificultad adicional hasta que logre tranquilizarse buceando con un poco de tiempo.
Empezar a compensar en superficie
La primera compensación se debiera hacer antes de ir a bucear. Porque si no se fuera capaz o se tuviera dificultad para hacerla debido a mucosidad o a cualquier otra circunstancia, habría que pensarse seriamente en hacer otra actividad ese día.
Ya en la costa o en el barco, tampoco está de más compensar suavemente algunas veces antes de saltar al agua para comprobar que las Trompas se abren sin dificultad y no va haber problema en el agua, donde todo es más difícil. De nuevo, si no se puede hacer fluidamente, mejor considerar si saltar al agua, o no.
Ya en el agua, la siguiente compensación debiera producirse en superficie, todavía con la cabeza fuera. Aunque no es crítico, ello hará que la inmersión empiece en el momento más desfavorable (mayor gradiente de presión) con una pequeña sobrepresión inicial que ayudará en los primeros instantes.
Y a partir de ese momento …
Compensaciones MUY suaves, continuas y frecuentes
A partir de ese momento, lo importante es la frecuencia entre las compensaciones ─ siempre muy suaves ─, debiendo ser mayor cuanto más cerca se esté de las superficie. Desde este blog se recomienda hacer al menos una por cada medio metro descendido entre la superficie y los -5 m y una por cada metro entre los -5 m y los -10 m.
Pero referirse a la profundidad no es muy útil, en realidad. Lo sería mucho más referirse al número de respiraciones. Y, en este sentido, si se decide hacer una compensación en CADA respiración y entre dos respiraciones completas hubiera ─ pongamos por caso ─ 5 ó 6 segundos y habiéndose dicho que hay que hacer al menos una por cada medio metro, ello quiere decir que las 10 compensaciones necesarias en los primeros 5 m se harían en un minuto.
En otras palabras, que se descendería a 5 m/min en los primeros 5 m y a 10 m/min en los siguientes 5 m, haciendo una compensación por cada respiración. Dado que la velocidad de descenso estándar es de unos 15-20 m/min (el doble que la de subida), ello nos lleva a lo tratado en el pasado artículo «EL DESCENSO EN LA INMERSIÓN«, en el que se afirmaba que no tiene demasiado sentido considerar una velocidad constante en todo el recorrido habida cuenta de que lo que influye no es la distancia, sino el gradiente de presiones.
Debido a lo anteriormente dicho, parece aconsejable iniciar el descenso lentamente en los primeros metros donde los cambios de presión son más bruscos por unidad de longitud para posteriormente acelerarlo. Esto que parece en principio complicado se puede realizar de una manera muy natural si se piensa en realizar una pequeña parada somera a los tres o cinco metros de profundidad, aprovechándola para ajustarse el cinturón de lastre y el chaleco, comprobar el equipo y alguna cosa más antes de hundirse a toda velocidad en el abismo.
Algo similar a la «parada de seguridad» en el ascenso a superficie a 3 ó 5 m, recomendada por las agencias recreativas, pero al revés. (Se recomienda leer el artículo «EL SENTIDO DE LA PARADA DE SEGURIDAD«. El Autor entiende que son dos paradas similares para controlar velocidades tanto de ascenso como de descenso. Se sugiere al lector que piense en su similitud).
Para los buceadores que desean llegar lo antes posible al fondo para apurar el gas y el tiempo allí, consideren que en los primeros cinco metros, el consumo es irrelevante.
Entrenar en seco
Se puede entrenar la compensación en seco. Esperando al autobús, subiendo en el ascensor, … casi cualquier circunstancia puede ser propicia para entrenar la maniobra de compensación.
De hecho, se recomienda hacerlo a los principiantes y, en general, a todos aquellos que no buceen regularmente y concentren en unas fechas todo su buceo anual, antes de su comienzo.
Pero ¿qué se entrena? Pues tanto las habilidades requeridas para hacer ciertas maniobras con glotis, lengua, paladar y músculos alrededor de las Trompas, como la elasticidad y respuesta de las mismas. ¿Ha visto el lector hacerlo a alguien en el ámbito del buceo recreativo? El Autor tampoco.
Como veremos posteriormente cuando analicemos las distintas maniobras de compensación posibles, incluso existen distintos artilugios para entrenar según cuáles, alguno muy sofisticado.
Los errores más frecuentes
¡ Con mucosidad no se bucea !
Ya en el pasado artículo titulado «CUIDADO DE LOS OÍDOS EN EL BUCEO» se insistía en que con mucosidad no se debe bucear.
Y no sólo con tanta como para que no se pueda realizar ni la primera compensación, sino con ninguna. Porque los mocos desplazándose por dentro del oído, los senos paranasales y las Trompas pueden dar lugar a un bloqueo durante cualquier momento de la inmersión.
Pero como las ganas de bucear muchas veces exceden a la aconsejable prevención, en dicho artículo se mencionaban algunas pautas a seguir para estos casos. Se recomienda leerlo a quienes no lo hayan hecho.
Descender demasiado rápido
Aunque se compense continuamente, si se desciende demasiado rápido no se da tiempo al oído para que equilibre las presiones adecuadamente.
Este problema aqueja especialmente a los novatos que, lastrados como submarinos nucleares por algunos instructores, con dificultad para controlar su flotabilidad e incapaces de controlar su velocidad, a veces caen al fondo como piedras. Pero también afectan a buceadores avanzados que, deseosos de llegar al fondo lo antes posible para aprovechar allí el gas disponible, bajan a toda velocidad. Se insiste en que un descenso lento ─ incluso con parada ─ en los primeros metros no tiene repercusión apreciable en el consumo de una inmersión.
El empecinamiento
Es muy frecuente observar a buceadores con dificultades para compensar destrozándose literalmente los oídos con tal de seguir al grupo para no quedarse fuera de él, para que no tengan que detenerse a esperarle, para no parecer «débil» o para no «fastidiar» la inmersión del compañero.
Estimado lector, créalo: los superhéroes del buceo también tienen mocos. Y también hay días en los que no pueden salvar al Mundo buceando.
Por ello, hablar de debilidad es un sinsentido. Y respecto de fastidiar la inmersión a otros, el que alguien se queje por tener que abortar su buceo debido a que a su compañero le duelan los oídos, significa que no ha asumido que el buceo recreativo se fundamenta en la solidaridad exigible al sistema de compañeros, por lo que mejor que no siga en la actividad o la restrinja a su piscina particular. Mejor, para todos.
(Por cierto, uno de los signos que inequívocamente califican a un buceador bueno es su capacidad de decir NO y asumir este tipo de cosas. Por el contrario, el buceador mediocre es el que se mete en líos innecesariamente y el que se molesta cuando los demás tienen problemas o no quieren meterse en ellos y le fastidian la fiesta).
Sólo existe Valsalva
Si el lector preguntara en un centro de buceo cuántos procedimientos existen para compensar y cuáles son, no mucha gente irá más allá de enunciar la Maniobra de Valsalva. Y esto no dejaría de ser sólo un problema de «cultura subacuática» si no fuera porque realmente los buceadores que empiezan ─ y algunos con muchas inmersiones a sus espaldas ─ sólo consideran la Valsalva como único procedimiento al que recurrir en toda circunstancia. Y esto es grave.
Porque, como se ha dicho anteriormente, la maniobra de Valsalva es una tanto violenta maniobra de presurización, por lo cual, si se realiza durante el ascenso (cuando la presión interior es superior a la exterior, que disminuye cada vez más), lo que realmente se obtiene es aumentar todavía más el diferencial de presiones entre ambas caras del tímpano, no resolviendo, sino agravando el problema.
Las capuchas traicioneras
Los buceadores no acostumbrados a utilizar capucha y que un día se la ponen, o los que cambian de capucha poniéndose una más ajustada de lo habitual, deben tener mucho cuidado de que no les plaque la oreja impidiendo que el agua penetre en el oído externo, produciéndoles una suerte de tapón que impida la correcta compensación
De hecho hay buceadores que hacen un pequeño agujero con un punzón caliente a sus capuchas a la altura exactamente del conducto externo de cada oído para impedir esta posibilidad, aunque si se tiene la precaución de separarse un poco preventivamente la capucha con el dedo para que entre agua, esto no es necesario.
Esperar a que duela
Muchos novatos esperan a sentir la presión en sus oídos de manera importante o, incluso, a que les duela para hacer una maniobra de compensación (generalmente Valsalva). Esto es un gran error porque, si duele, con mucha probabilidad ya tendrán el fantasma de una posible lesión encima.
Si duele, es que ya es tarde. Hay que compensar ANTES de que duela e, incluso, antes de sentir opresión en el oído (otra frase que todo buceador novel debiera tatuarse en salva sea la parte para que no se le olvide mientras viva).
Quedarse donde duele
Otro error común consiste en quedarse a la cota en donde el oído duele forzándolo para ver si se destapona. ¿No sería más razonable subir un poco hasta donde ya no duela a intentar destaponarlo allí sin violencia y sin lesionarlo?
Descender cabeza abajo
No es que no se pueda descender cabeza abajo, pero ello añade una dificultad adicional a la compensación.
La razón es que, además de las presiones diferenciales entre el ambiente y el oído medio, se deberá vencer la diferencia de presión de la columna de agua entre el oído y el diafragma (dependiendo de la altura del buceador, unos 50 cm equivalentes a 0,05 bar) que, a estos efectos, es más presión de lo que parece.
Así pues y sobre todo de los principiantes o de la gente con dificultades para compensar, se recomienda descender con los pies por delante, si fuera posible. Esto permite que el aire ascienda hacia la trompa de Eustaquio y al oído medio, produciendo de manera natural una pequeña presión positiva que favorece la compensación.
Ayúdese del cabo de fondeo para controlar la velocidad del descenso, pero sin que ello le ocupe las dos manos, ya que una deberá ir casi permanentemente en la nariz ─ al menos en los 10 – 12 primeros metros ─ para ir compensando suave y continuamente.
(1) – Resulta que el tal Eustaquio no es Eustaquio, sino Bartolomeo.
Porque Eustaquio es una simplificación del apellido del anatomista del siglo XVI, Bartolomeo Eustachi, que descubrió un montón de cosas, entre otras el conducto torácico, los cuerpos suprarrenales y el nervio abductor. Eustachi no es Eustachio, que es como se dice en italiano Eustaquio. En todo caso la Trompa de Eustaquio debiera llamarse la Trompa de Eustachi.
(2) –
Del ingl. to equalize ‘igualar’.
1. tr. Ajustar dentro de determinados valores las frecuencias de reproducción de una señal, como p. ej. el sonido.
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Soy la personificación de esta casuística.
AOW con menos de 15 inmersiones sin ningún problema en la compensación. Me levanto congestionada pero no cancelo. De regreso de una cota de 23m, a los 10m empiezo a sentir un dolor punzante. Recuerdo la maniobra de ir hacia abajo pero, ahora que duele al subir, no sé cómo solucionarlo, no recuerdo nada de esto en mi formación. Asciendo poco a poco y en la parada de seguridad el dolor se agudiza y me agarro al cabo mareada como un pato.
Vuelta a casa ensordecida. Pandemia, doctor sólo a domicilio. -Siento el típico oído taponado como cuando te ha entrado agua- le digo. No es agua, es sangre, me contesta. Barotrauma, por suerte, sin perforación. Por cabezona.
Dos meses de dique seco por ORL. Pruebas. 30% de audición perdida en oído izquierdo por el barotrauma. Por lo visto tengo cornetes hipertrofiados y desviación de tabique…propensión al bloqueo inverso. No me opero.
La siguiente vez que me ocurrió ya tenía más herramientas para manejarlo. Menuda suerte porque supe lo que es que, de pronto, tu compañero, el grupo que va delante de tí, la roca y la poseidonia se pongan a girar a toda velocidad como una lavadora. Malditos vértigos.
Algo más de dos años, mejor formación y unas 120 inmersiones después, apenas me pasa. La noche anterior me aplico el spray recetado, de camino voy mascando chicle. Empiezo a compensar en el barco y frecuentemente cuando bajo. Me aseguro de tener agua en la capucha. He empezado a reconocer cuándo me va a pasar y uso la relajación, volver a bajar unos metros y maniobras para permitir la compensación en la subida.
Eso sí, los vértigos han quedado. Buceo en horizontal y sé que no debo mover la cabeza unos grados hacia un lado. He tenido que renunciar a ver hermosos contraluces so pena de sufrir la terrible lavadora. Cuando ocurre me sirve cerrar los ojos.
La moraleja de mi historia es la que se entresaca de su artículo:
NO bucees con congestión. Mejora tu formación. Conoce las particularidades de tu fisiología y obra en consecuencia. Ojalá lo hubiera leído entonces.
Muchas gracias coronel
Estimada Beatriz:
¡Qué puedo decir! Quizá que siento no haber llegado a tiempo y que espero que el problema no vaya a más.
Gracias por tu relato. Me parece importante que los demás conozcan este tipo de vivencias personales.
Un cordial saludo.
G.
A mi me pasó algo igual que a Beatriz, y por desconocimiento, entiendo lo que me pasó. Por suerte a la semana pude seguir buceando y no fue grave, pero sí doloroso y raro el no poder subir. Como dice la compañera no te dan estos conocimientos para saber qué hacer. Fui algo congestionado, que pensaba que no sería nada pero recuerdo que forcé y por un oído compensé y por el otro no. Iba forzado porque tenía que realizar la filmación de unas imágenes. He aprendió mucho a entender los procesos del oído y su compensación y espero compartir este artículo todo lo posible y comentar a los más noveles estos detalles muy importante, no solo el compensar el descenso y la velocidad, si no también en ascenso y no jugársela si hay mucosidad.
Es una pena que todas estas cosas no se enseñen en los centros de buceo, como actualizaciones de cursillos, si algo se entiende luego siempre se es capaz de explicarlo mejor, de justificar un porque , de que la gente haga las cosas con mayor conciencia y al final de evitar pequeños sustos, en definitiva de mejorar para todos.